De urgencias varias. Y porque les urge y me urge.

Inmenso e imperdonable error del diario ¿progresista? Público este de poner en manos de un exparlamentario del Partido Podrido, y por más que lo haya abandonado a finales de 2007, «la defensa» de la ley del solo sí es sí.

Y error por varios motivos que dudo mucho que se le hayan escapado a Público. A saber:

1) creer que hay que dirigirse a los tontos como si fueran más tontos aun (verás cómo te conmueve este cuentito que te voy a contar, real o instrumental, de mi pobre amigo Luis, acto demagógico que, sin duda, elevará tu grado de tontería).

2) aprovechar para, dale que dale, insistir en que algo habrá que «apañar» en dicha ley para tranquilizar, por una parte, a estos mismos tontos, y por la otra, a cualquiera informado muy por encima, de la ideología que fuere, a quien lograron manipular cuantos están tergiversando dicha ley con todo medio a su alcance.

3) aprovechar asimismo que el Pisuerga pasa por Valladolid para ponerse fervorosamente del lado de Sumar, a costa de rebajarle las expectativas a Podemos a secas.

y 4) haber permitido que un tipo que carece de la lucidez, integridad y capacidad narrativa, redactora y aun lingüística imprescindibles se remangue para defender una ley que se defiende por sí sola.

Conste que podría seguir pero debo ir a misa.

P.S. Curiosidad que sin duda conocéis, pero que conviene recordar:

13 de enero de 2023

https://www.europapress.es/nacional/noticia-exdiputado-pp-jesus-lopez-medel-apoya-sumar-participa-grupo-sectorial-justicia-20230113140345.html

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En boca cerrada, no entran moscas.

Demasiado tiempo callada, ¿no?, fue el cariñoso saludo de un ex alumno -no me da la gana de soldar ciertos prefijos a la base a la que afectan, RAE, destrozan el paisaje de la lengua escrita-. No lo entendí, me lo aclaró con un sonrisita de conejo, me expliqué como mejor convino, fuese al rato y no hubo ‘más nada’, querido pueblo canario, andaluz, caribeño o camarerita de mis amores. Pero, pensé: es tal cual, cabroncete. Y si se vive de continuo con la boca abierta por ir de asombro en asombro, congelada el habla, pues, es imposible exhalar sonido articulado alguno y, por ende, enviar impulso a los deditos para que lo tecleen. Lo que se dice una papamoscas.

Esta mujer, ¿una arriscada papamoscas? No sé, pero hace días que me da por pensar obsesivamente que, si sigo con la boca abierta, corro el riesgo de que me entre en ella una sucia mosca, una mosca cojonera, gallega incluso, y a mí me dan un asco tremendo esos asquerosos animalejos capaces de producirnos docenas y docenas de males bien conocidos, razón más que suficiente para cerrarla de golpe, dejando fuera de juego al moscardón que se acerque con la perversa intención de contagiarme, contaminarme y enfermarme oralmente.

«Vostede, señor Núñez… coido que ven a ser unha simple clonación do ‘homúnculo’ de Rajoy»

(Beiras, en la sesión de investidura de Feijóo como Presidente de la Xunta, a finales de 2012)

Gallegos ambos. De familia acomodada y franquista el homúnculo mayor, empezó a preparar sus oposiciones al Cuerpo de Registradores de la Propiedad durante el último curso de Derecho, aprobándolas al año siguiente con veintitrés añitos de nada, Mariano el rápido, ¡ay! Sus hermanos, si bien recuerdo, fueron también capaces de proezas similares. Así que, tres registradores, tres, y un notario fueron la prole de Mariano Rajoy Sobredo, jurista y magistrado español en tiempos de mejor callar, presidente de la Audiencia Provincial de Pontevedra de 1969 a 1986. Es decir, que ya andaba por allí cuando, entre otros varios, el enorme susto nacional del caso Reace (1972), una de esas oportunidades de oro para mostrar al mundo quién es uno… Bueno, quién es uno y quiénes eran los guapos del aceite de Reace (1) (2)

De cuna más bien humilde, en cambio, al clon del homúnculo de Rajoy, Alberto Núñez Feijóo, dicen que se le conocía allá, en la parroquia de nacimiento e infancia, Os Peares, la única de Galicia dividida por tres ríos y por la vía del tren en cuatro municipios y dos provincias, Ourense y Lugo, como el hijo de Saturnino y la Sira. «Alberto, o noso presidente», proclama gloriosa una pancarta que atraviesa la vía a la entrada de la aldea. Detrás de la pancarta, en la primera casa que aparece, de piedra, nació Albertito un día de septiembre de 1961, y en ella vivió toda su infancia y parte de la adolescencia. Aunque no hay referencias de que fuera un chico especialmente dotado intelectualmente, parece que sabía hincar los codos, o que precisamente los hincó, quieras que no, cuando sus padres lo internaron en un colegio en León, no tengo claro si jesuitas o maristas, para estudiar el bachillerato o buena parte de él.

Saturnino era una especie de capataz que controlaba a un grupito de obreros de la construcción, y Sira, y en ocasiones el propio chico, lo mismo echaban una mano en la tienda de la abuela que en la panadería del abuelo. Debió de ser con grande sacrificio de la familia como se logró pagar el internado religioso del rapaz para que prosperara, ancestral aspiración esta, o aspiración por antonomasia de los gallegos, capaces de abandonar para ello madre, lengua, casa y tierra. De unirse a la Santa Compaña son capaces quienes, de ellos, carecen de recursos para salir del hambre por su pie, que es tal como nos lo cuenta J. L. Cuerda en El bosque animado, película inspirada en el hermoso libro homónimo de Fernández Flórez: Malvís convence al alma en pena Fiz de Cotovelo de que se una sin dudar a la Santa Compaña, que va camino de la mar, para así cumplir su viejo sueño de irse a Cuba.

Con las reservas y la torpeza propias del extranjero recién aterrizado, tuvo que verse Albertito condenado a entender el mundo de los duros y exigentes acentos del castellano, quizá sin columbrar siquiera que aquel calvario no le había sobrevenido por puro azar, sino que había sido mil veces pensado, repensado y decidido por quienes bien sabían, o creían saber, que con los dulces del gallego de Os Peares no podría llegar el muchacho mucho más allá de la parroquia, como mucho de la Galicia aldeana. Las cosas como son. ¿O no, Feijóo, reservado, aburrido y gris funcionario repeinado, votante de Glez. hasta en un par de ocasiones, pero arrojado y obstinado sindicalista, si bien venía -¡ríanse ustedes de Podemos en tiempos del alegre activismo!-, tardío militante del Partido Podrido y hoy tal vez terco soñador -con permiso- de que bien podrías llegar a presidir la feroz España irrompible?

En cuanto empezó a sentirse relativamente cómodo, terminada la licenciatura en la facultad de Derecho, caminito, de momento, de la carrera judicial que encandilaba sus hormonas, comenzaron los sueños de grandeza del infante: ¡ser juez, ser juez, oh, qué dicha tan grande! Pero el hombre propone y Dios dispone, porque Saturnino se fue al paro, ese paro que actualmente no le dice nada al hijo, ya tembloroso presidente in péctore de las Españas, amigo del Señor. Hubo, pues, que abandonar los sueños e hincar de nuevo los codos para intentar ingresar en Correos como interino.

Con todo, durante aquella etapa de rebelde con causa, nuestro hombretón ejerció de delegado sindical representando a la Agrupación de Funcionarios Interinos y Contratados Administrativos (AFICA) en un período en el que la mayoría de los empleados, incluso los de la Administración, padecían esa tenaz inseguridad, secular de este país, en sus puestos laborales. La actividad sindical fue tan intensa y obstinada, que el antaño prudente y gris Feijóo llegó a convocar, ¡chúpate esa, Coletas!, dos huelgas generales, dos, en la Administración Pública Gallega, una en contra de la Ley de la Función Pública y otra reclamando el horario de verano que, según él, les correspondía. Y, por fin, en 1991, Dios sabe cómo, logró entrar en el cuerpo superior de la Administración General como funcionario de carrera.

¿Llegó a ocupar su plaza? Las malas lenguas dicen que no porque, poco antes de aprobar la oposición, se cruzó en su camino, una manera de contar el cuento, quien habría de ser su mentor, el inquietante y obscuro nonagenario opusdeísta José Manuel Romay Beccaría, aunque parece que ya antes Feijóo se había ganado la confianza del homúnculo mayor. Y, aunque personalmente pienso que, sin embargo, Beccaría no habría dejado de observarlo con enorme detenimiento antes de considerado útil, es decir, utilizable -los obispos son expertos analistas del prójimo en el que deben depositar su fe y confianza-, la cuestión es que, solo con cierta aparente dilación, el Obispo corrió a hacerlo secretario general en el ministerio de Agricultura. Pero aun fue más allá nuestro protagonista, aún no héroe, porque, con apenas tres meses de experiencia, pasó a desempeñar el mismo cargo en el Ministerio de Salud, donde permaneció unos cinco años, cuatro de ellos y al mismo tiempo, como secretario general del Sergas.

Ese salto asombroso sorprendió a conocidos, compañeros y amigos, aunque lo que se dice amigos, amigos de verdad, apenas hubo antes de empezar a confraternizar con Marcial de la Isla y otros simpatizantes de su causa, la de Marcial Dorado, digo, o la del PP y afines al PP. Al fin y al cabo, una y otra no distaban tanto tanto tanto… Ese acercamiento se produjo, según recuerdo haber leído, de la mano de precisamente el chófer de Beccaría, pero no me hagan mucho caso porque ni loca lo juraría.

Prosperó, pues, don Alberto, y con él, lógicamente, prosperó la familia, aunque al menos desde afuera se le notara en especial a Micaela, su hermana, que dirige la sección noroeste del Grupo Eulen, una empresa de servicios con más de 70.000 empleados en todo el mundo, empresa que, por cierto, desde que Feijóo fue presidente de la Xunta, recibió contratos de ella por valor de unos 40 millones de euros; y a su prima Eloína, que forma parte del equipo que dirige la Sanidad Pública Gallega como gerente del Área Sanitaria de Santiago. ¡Miña nai, que tes dous mares! Pero ya nos dijo don Alberto por aquel entonces que nos estuviéramos tranquilos, que esas cosas pasan y, aun pasando, era bendecir lo que fuera el Presidente, las planeadoras de la isla de Arousa, pongamos, y toda Galicia descansaba. Venía a ser… ¿cómo decirlo?, algo semejante a aquellas misteriosas palabras de Mariano Rajoy: «Todo lo que figura ahí [en los papeles de Bárcenas] no es cierto, salvo alguna cosa que es la que han publicado los medios». Y España, jueces incluidos, descansaba como en la paz de los cementerios.

Fallecido de muerte natural el sindicalista, fallecido también el curioso votante, y no una sola vez, tal que he dicho, del Hombre Blanco Lengua de Serpiente del «OTAN, de entrada no», pero OTAN sí, ¡por Manitú, por Manitú!, hoy ya un montón de grasa orgullosamente exhibida, fallecido el audaz activista pro dejar de ser interino, interinos a quienes, alcanzados sus fines, despreció, regresado nuestro héroe a su manera natural de ser, calladito, gris, aburrido, soso, pailán, rendido todo medio de comunicación gallego a sus más que humano afán, ¿qué podría molestar de él, si hasta colmaba a la vez las simpatías de galegofalantes, castellanohablantes y hablantes de ambas lenguas al tiempo, solo ruido, ya que ni una ni otra de las lenguas, gracias a Os Peares y gracias a gente más poderosa aun que el Obispo Beccaría, había aprendido en condiciones don Alberto? ¡Cousas da terra, ¿sabedes? Se lo decía muy claro Marcial de la Isla a Évole al responder a la pregunta de cómo, dónde y en qué se divertía el joven amigo antes de llegar a ser Presidente -presidente que negó y renegó de su amistad con el arousán, arousano traficante y robatierras- cuando viajaban varias parejas a Coruña, Ibiza, Portugal o Suiza: que era aburrido, que parecía un viejo, que no le gustaba ir de juerga, que solo le gustaba la mar y los paseos en barco, ojear un diario, que no tenía vicios, como él mismo, Marcial, quien dejó de fumar a los veinte y pocos años al enterarse de que el tabaco era malo para la salud, ¡mirá vos! ¿Qué recurrente obsesión habría por entonces en la loca cabecita de Núñez Feijóo?

En un texto redactado allá por el 2013, se preguntaba esta mujer: «¿Qué tenía en común un varón más o menos refinado, con su flamante carrera de derecho, su puesto de trabajo estable y un futuro más que prometedor, al que ya le había echado el ojo más de un senil y menos senil pepero, con aquella pobre gente, un rapaz abandonado, llegado a saber de dónde, pero llegado a donde todos sabíamos? ¿De qué hablaban aquellos dos varones de las fotos con una diferencia de edad de once años, Feijóo en la treintena? ¿Y en qué lengua? ¿En castellano o en gallego? ¿Qué gallego, el de la Isla de Arousa? Tan cerrado, tan de la gheada, tan de andar por la Isla… ¿Hablaban por ventura de Castelao? ¿De leyes? ¿De política? ¿De la ley d’Hont? ¿De la música del Barroco, de Quevedo, de nuestra madre Rosalía, adiós, ríos, adiós, fontes, adiós, regatos pequenos…? ¿De tías buenas? A saber de qué hablarían aquellos dos hombretones de origen social tan distinto, no queda más remedio que imaginarlo»

¡Ah, pero ya el clon de Rajoy se ha pronunciado públicamente las veces suficientes como para que a día de hoy piense algo completamente distinto! Entre ambos apenas habría más diferencia que la que puede haber entre Froilán, nieto del Campechano, y este a la edad de Froilán, por poner un ejemplo, vaya… En todo caso, a favor de Marcial de la Isla, hay algo que pocos saben y que dejé en aquel mismo artículo: «Perfecto Conde, periodista y escritor gallego, en una entrevista en el diario Público (09/04/2013) afirma: «Si hace veinte años paseases por Vilanova, A Illa o Vilagarcía de Arousa, no tardarías mucho en escuchar que Dorado era hijo natural de Vicente Otero (Terito), un cacique de la zona e histórico patriarca del contrabando de tabaco. Fue amigo personal de Manuel Fraga, y Alianza Popular (AP), lo que hoy es el PP, le dio una insignia de oro y brillantes.» Y añade: «Fuese o no su hijo, Marcial tuvo una juventud pobre y difícil. Trabajó muchos años como piloto en un barco de pasajeros, propiedad de una familia de A Illa, antes de empezar en el negocio del tabaco de la mano de Terito». Pues eso, en esta mi querida España, esta España mía, esta España nuestra, en la Cosa Nostra, todos tenemos lazos hasta de consanguinidad, ¿han visto?

Así que, cuando lo señalaron y reclamaron una vez más, esta vez con firmeza, de Madrid, esa ciudad a la que siempre fueron los gallegos a que se les hiciera justicia, el muchacho de sesenta años largos dudó, quizá dudó sinceramente por primera vez. ¿Quedarse como rey en Galicia? ¿No sería volver a tentar la suerte, sin suerte esta vez?¿Iba de nuevo a acobardarse frente a la posibilidad de echar a volar y aterrizar en el paraíso? No moverse otra vez, ¿no sería renunciar a subir, quizá bajar incluso, según ciertos presagios domésticos? Días y días dándole vueltas se tradujeron en un desagradable regreso a lo que fue nuestro héroe al aparecer en León sin curso preparatorio alguno y poco más que algo de ropa nueva. Y eso que, como pez fuera del agua, nuestro Hamlet gallego aún ignoraba que ya había empezado a recorrer su viacrucis.

Algo, alguien, debió de darle el empujón definitivo. Como cuando, en su momento, el homúnculo de Rajoy ‘le sugirió’, a saber a instancias de quién o de quiénes, que le convenía buscarse pareja, tal vez incluso casarse, que no andamos para detallitos. Lo que importa es que obedeció, ignoro si presto, y hasta le cayó del cielo un cativo que hoy le andará por los cinco o seis añitos, ¿sabe? Porque de pronto o neno dos Peares amaneció en Madrid. El susto fue infinitamente mayor, para qué negarlo, que cuando amaneció en León aquel tenaz y esforzado adolescente… adiós, ríos, adiós, fontes, adiós, regatos pequenos, adiós, vista dos meus ollos: non sei cando nos veremos… Y volvió a traducirse casi de inmediato en una incipiente inseguridad mental, en un sentir la pérdida de la mesura que se le suponía y él pretendía, en una sobrevenida torpeza al intentar despachar el asunto que lo requiriera, en ser incapaz de ir de la ceca a la meca con la alegre despreocupación habitual de antaño, en caer en contradicciones infinitamente más frecuentes y asombrosas que las habituales en su pequeño, amoroso y cálido reino, patologías todas estas y alguna más que, de pronto, qué extraño suceso, cuajaron, crecieron, se robustecieron y se le plantaron delante desafiándolo y se hicieron carne política en torpes y aun hilarantes rajoyadas que lo asustaron al punto de creer que había perdido la cabeza definitivamente y, lo peor, que nos asustaron a todos como quizá nunca antes había logrado sino Eme Punto Rajoy. En fin, lo que se dice, en efecto, querido Beiras, volverse Núñez Feijóo de la noche a la mañana una clonación del homúnculo de Rajoy: un tatabexo mental, moral, político… En suma, un tatabexo a secas. Pobre neno dos Peares!


Presencia de Feijóo en una especie de botellón juvenil pepero de esos a los que muy excepcionalmente acudía.

(Galicia Confidencial volve a publicar o vídeo -en Youtube- censurado do discurso do Presidente da Xunta nunha cea-festa en Boqueixón no que fala da suposta «imposición» lingüística do BNG, dos enchufes do PSOE e fai varias referencias a irse de copas coa actriz de 26 anos María Mera. 25 de marzo de 2010)

(1) El Caso Reace fue un escándalo que salpicó en marzo de 1972 a la empresa Reace (Refinerías de Aceite del Norte de España, S.A.), situada en Guixar (Vigo), debido a la desaparición de 4 036 052 kg de aceite de oliva, propiedad de la Comisaría General de Abastecimientos y Transportes (CAT), valorados en 167 615 172 pesetas. La empresa Reace fue fundada en la localidad pontevedresa de Redondela, por lo que el asunto también se conoce como el caso del aceite de Redondela. Alrededor de este asunto se produjeron diversas muertes extrañas de personas implicadas, lo que acentuó el interés público por el caso, incrementado por la presencia en el Consejo de Administración de Reace de Nicolás Franco Bahamonde, hermano de Francisco Franco. (Wikipedia)

(2) «Los grandes casos de la corrupción en España – El aceite de Redondela»

Una chaladura suicida — Rafael Poch de Feliu

Este mes se cumplen sesenta años de la crisis de los misiles en Cuba. Hoy nos acercamos hacia a algo parecido pero la opinión pública está en la inopia. Entre el 14 y el 28 de octubre de 1962, el mundo estuvo al borde de su total perdición. Un profundo y extremo sentido de inseguridad […]

Una chaladura suicida — Rafael Poch de Feliu
Rafael Poch de Feliu

Rafael Poch-de-Feliu (Barcelona, 1956) ha sido corresponsal internacional durante 35 años, la mayor parte de ellos en la URSS/Rusia (1988-2002) y China (2002-2008) para La Vanguardia.  También fue corresponsal en Berlín, antes y después de la caída del muro, y en París. En los años setenta y ochenta, estudió historia contemporánea en Barcelona y Berlín Oeste, fue corresponsal en España de Die Tageszeitung, redactor de la agencia alemana de prensa DPA en Hamburgo y corresponsal itinerante en Europa del Este (1983 – 1987). Autor de varios libros: sobre el fin de la URSS (traducido al ruso, chino y portugués), sobre la Rusia de Putin, sobre China, y un pequeño ensayo colectivo sobre la Alemania de la eurocrisis (traducido al italiano). Actualmente es profesor de relaciones internacionales en la UNED y agricultor.

Blog personal

La lengua, cada día más vivales…

En un lugar del continente europeo conocido como Reino de España, a cuya lengua privilegiada frente a las demás llaman unos castellano y los más, español, estamos asistiendo, entre mil otras tragedias descorazonadoras de toda índole, a una en concreto que a esta mujer la va no sé si matando o llenando de ira, ya que se trata de un asunto cuyo dramático estado actual fue anunciado, denunciado, peleado y al fin perdido. Su estragamiento se diría definitivo, tanto en su manifestación oral como escrita o registro que se use en prácticamente todo medio de incomunicación español. Mientras el estado de las otras tres lenguas -dos de ellas, hermanas, y la otra, muy respetable pariente de enorme influencia, en especial en el origen del romance castellano- va mejorando sensiblemente a fuerza de empeño y lucha, por el contrario, el castellano, es decir, la lengua cristianizada o elegida por designación directa del Espíritu Santo se desfigura, se trivializa, se anglofiliza monstruosamente con metástasis dolorosisimas y aun letales, se tergiversa, se trastoca, mata…

Hay un caso que, por su rareza e interés, se ganó una entrada completa en Lengua Candeal

https://lenguacandeal.wordpress.com/2017/02/21/necrologica-verbal/

la pérdida definitiva del verbo «oír» para ganancia, denunciable por robo, de su pariente «escuchar». Pero ya no queda lingüista en España que quiera escuchar a ninguno de sus denunciantes, qué decir oír si tiempo ha el verbo feneció y, tiempo al tiempo, llegarán a hacernos prescindir de los oídos por superfluos.

Los principales responsables, aparte de esos curiosos y simpáticos seres que son los feministas radicalizados hasta la ceguera, son los periodistas de todo color y medio, trátese de prensa escrita, de televisión, de radio, de redes sociales, de lo que sea que implique voz o tecla de un tipo que pasa por periodista. Los casos más molestos son apenas un puñadito de perlas salvajes, razón de que me pregunte diariamente al acostarme, después de rezar el Jesusito de mi vida: ¿sería tan difícil lograr que la facultad de como quiera que se llame a día de hoy la de periodismo le negara tajantemente el aprobado al graduado, máster o lo que sea que permite fungir de periodista a cualquier bestezuela que se niega tozuda a aprender una docenita de cuestiones imprescindibles? Silencio. Jesusito no quiere oírme.

Pero tampoco querría excederme, sé de mi monstruosa deformación profesional, por lo que me limitaré a señalar los cotidianos sobresaltos que se puedan contar con los dedos de las manos, diez, justo los diez que deberían cortársele a quien osara minar la paz y la buena salud del oyente o lector de cada día.

1) «Si no» por «sino» o viceversa. ¡Y qué decir cuando se elide entera la condicional negativa! Ejemplo: vuelve a casa porque, si no, mamá se enfadará. Huir siempre de construcciones como esta.

2) Ya verás, amable lector, piensa el periodista de marras, cómo me cargo la coña esa de que no deba haber coma entre sujeto y predicado, a poco que me surja, pongamos, un excursito entre el uno y el otro o un sujeto de cierta extensión, de esos que despistan al auténtico periodista que soy. Ejemplo: que en tan escaso tiempo haya podido ocurrir algo tan escandaloso como lo que denunciaban ayer todos los medios ¡COMA, CONY, PON COMA, DALE ALIENTO AL LECTOR!, colma la paciencia de la ciudadanía. Pero esa coma no nos da aire, nos lo roba.

3) Si «el agua» y no «la agua» por razones que ya me explicaron en Primaria, vais a ver a qué punto lo tengo en cuenta y a pesar del tiempo transcurrido; acabo de cumplir los sesenta y tantos: de esE agua no beberé; de estE hambre jamás saciada todos somos responsables. Sí, pero unos más que otros.

4) LAS miles de personas que nos leen bien lo saben. ¡Al carajo el estribillo de que «miles» es masculino, te pongas como te pongas y sean vacas o señoras los miles de marras!

5) Dignarse (a) + infinitivo. Aunque consta con constancia total que tiempo ha que la RAE admitió la santa barbaridad de considerar aceptable la preposición ante el infinitivo, se me cayó el alma sobre la columna de un escritor gallego al que amo con fervor patrio y solo por la oración que sigue; ved si seré asquerosamente puntillosa: «Ni Pablo Casado ni Santiago Abascal se han dignado a felicitar a Ana Peleteiro… » ¿Por qué, cony, si siempre escribes como Dios? Es que la RAE me deja, seño (y «seño», te guste o no, también figura en su diccionario, junto con «insti» y otras sinsorgadas del tipo de las que podrían incluirse ad infinitum)

6) Adoro los prefijos intensivos aumentativos como re-, súper-, mega-, híper-, macro-, etc., de uso supermegaguay en cualquier noticia, crónica o columna. ¿Te importa que use y abuse de ellos, lectorcillo de mierda?

7) Como adoro términos, sintagmas y expresiones del tipo: contra más, mejor; a la que nos leyó, se puso como loco; a lo que nos dicen, la cosa va para largo.

8) ¿Y ese empeño aragonés en que el verbo «haber» puede conjugarse en plural, no es impersonal bajo ningún concepto, y por lo mismo su complemento directo es el sujeto, que yo me lo sé aunque me cueste explicarlo? Ejemplo: a pesar de que parece que han habido innumerables testigos, nadie dijo haber visto algo que le llamara la atención.

9) Enamoramiento ciego con uso abusivo del primer vocablo recién exhibido en el escaparate de un tonto de solemnidad -la solemnidad suele otorgársela el medio al que le reporta beneficios, léase ser premio Planeta o vender folletines a gogó en toda lengua conocida-, el cual vocablo, como el juguete nuevo de un chico caprichoso, a poco de manosearlo las veinticuatro horas del día, queda abandonado, tirado, olvidado quizá definitivamente. Ejemplo: «procrastinar». ¿Se les ocurre algo menos eufónico y más prescindible? No importa, por fortuna ha caído en desgracia.

10) «Cuyo o cuya» son una cursilada antañona, lector, y lo sé porque me cuesta lo que no está escrito servirme de uno u otro. Así, escribiremos: es la sede del Partido Podrido, que su coste asciende a… Jamás «cuyo coste», quita, quita…

Pues andaba yo entretenida enumerando estos minúsculos defectillos, cuando me entró en el correo el enlace a un diario, y en él, la entrevista a una, al parecer, prestigiosa ensayista y muchas más cosas que podría obviar por innecesarias, pero ya que, al terminar de leer, me entró cierta curiosidad y anduve afanosa buscando y buscando con tal de satisfacerla, hago copy and paste breve de lo esencial:

«Brigitte Vasallo 1973 Barcelona (Catalunya, Països Catalans) Profesora, activista antirracista y escritora a trompicones, «feminista» entre comillas, pensadora bastarda por elección y charnega por nacimiento. Sin estudios universitarios, ha sido camarera, marinera, limpiadora, colaboradora de medios como Catalunya Radio, Pikara Magazine,  elcritic.cat o La Directa. Su primera novela, PornoBurka, fue prologada por Juan Goytisolo y el diario Ara la incluyó en su lista de «La filosofía catalana en 12 noms» La cuestión es la substancia. Y como aquí la hay, vamos a ella. De los párrafos de la entrevista, destaco un par al azar pero, conste, todo en ella, como en el cerdo, es aprovechable.

«El otro día una persona me decía que el hecho de poderse denominar como no binaria le ha dado un oxígeno de vida y esto me parece fantástico» ¡Quién pudiera, Brigitte, quien pudiera respirar oxígeno en estos tiempos de carencia y de nadas!

«Lo que reivindico es el acceso a los medios de producción del lenguaje y que sirva para que no reproduzcamos otra vez los mismos mecanismos, que no nos convirtamos en una RAE alternativa. Hay que poner sobre la mesa que el debate sobre el lenguaje inclusivo no es lingüístico. Podemos estar de acuerdo en que cuerpa es una palabra incorrecta, pero tenemos derecho a usarla. Lo que nadie puede decir es que esta palabra no existe, porque en cuanto la dices, existe» Cony, ¿y cómo no había caído en ello? Recuerda, si no, aquello de ¡hágase la luz, y la luz fue hecha! ¡Digase cuerpa, y cuerpa existe! En cuanto dices la primera memez que se te ocurra, de inmediato cobra cuerpo, existe. Y así, se va haciendo lengua.

Aconsejo vivamente una lectura pausada y reflexiva del artículo completo. Nadie imagina mi estado de ánimo al terminar de leerlo, estado de ánimo que le deseo, como poco, a Ignacio Escolar, director de eldiario.es y, por qué no, a cuantos acogieron a este pedazo de persona en su seno. Dios nos la mantenga lejos… quiero decir, alejada de cualquier contaminación académica. 

https://www.eldiario.es/catalunya/brigitte-vasallo-hay-disputa-ver-amo-lenguaje_1_7918604.html

Bachillerato FINDE

Absolutamente pasmada, acabo de leer en primera plana de uno de mis diarios preferidos -tres si soy generosa, dos, si justa y equitativa-, lo que sigue. «Entonces habrá señales en el sol, en la luna y en las estrellas, y en la tierra, angustia de las gentes confundidas a causa del bramido del mar y de las olas, desfalleciendo los hombres por el temor y la expectación de las cosas que sobrevendrán en la tierra, porque las potencias de los cielos serán conmovidas» (Lc 21:25-26)

Cierto que lo expresa mucho más a la pata la llana. Literalmente dice:

«Educación flexibiliza el curso escolar: da más libertad a los centros para evaluar a los alumnos y a las comunidades para modificar los criterios de promoción y titulación.

El Consejo de Ministros aprueba un Real Decreto para permitir la contratación de profesores sin el máster de Secundaria; se aprueban varias medidas encaminadas a dar más libertad a comunidades y centros educativos y se carga las reválidas de Wert»

¿Educación flexibiliza? Ah, pero, entonces, era posible flexibilizar aun más, ¿lo veis?  ¿Y cómo es que no se hizo antes, Cristo Redentor? ¿Acaso había que esperar la excusa de una pandemia, como si nuestros mandatarios fueran aficionados a pescar en aguas revueltas?  ¿Y además permite la contratación de profesores sin que tengan en su haber el Máster Universitario en Formación del profesorado de Educación Secundaria Obligatoria y Bachillerato? ¡Pues, cómo y por qué no iba a permitirse, gran Dios! ¿Para que diantre nos servía en el viejo orden ido una licenciatura a secas, un doctorado mondo y lirondo, unas oposiciones reñidas e incluso limpias, pudiendo hablarse de grado y muy en especial de un máster del que puede prescindirse alegremente, tamaña exigencia inútil que, por cierto y entre otras, nos estaba impidiendo el sumo bien de colocar como profesor en la Enseñanza Pública a nuestros queridos familiares, próximos o remotos, a los buenos amigos, a esa gente a la que hay que devolverle un favorcillo, al amable vecino o al entrañable conocido, a los benefactores en general, cuando en la privada es algo que viene ocurriendo desde antes que el universo fuera una nebulosa en la mente del Sumo Hacedor?

Llevo años jubilada, y mucho, pero mucho antes de que hubiera ocurrido tan gozoso hecho -tras haber apurado cuantas oportunidades lo retrasaban, también es cierto-, ya venía consolando y advirtiéndoles yo a mis sufridos y esforzados alumnos de bachiller de aquesta guisa: no os preocupéis, queridos míos, antes de que vuestros hijos tengan que llegar a soportar tan rigurosa exigencia, tanta crueldad y sadismo, habrá salido la Orden que considere que no solo es deseable, sino posible y el no va más de creatividad, cursar el bachillerato en un largo finde en la playita o durante una lúdica e inolvidable acampada. ¿Os jugáis algo? Veamos, os lo argumento en un abrir y cerrar de ojos. El bachillerato de mi padre duraba siete largos e intensos años de estudio y finalizaba siempre que se superara en la universidad la muy temida, y con razón, Prueba de Estado; el mío, seis, con dos reválidas y un curso Preuniversitario a superar, tras superado en el Instituto, en la universidad; el de mi hijo,  BUP, tres, más el Curso de Orientación a la Universidad, seguido de la correspondiente Prueba de Acceso a la idem -PAU-, y el vuestro, ya veis, un par, más la dichosa PAU, con un porcentaje de aprobados muy por encima del 90%. ¡Aquí pau i després glòria!

¿Cuánto tiempo creéis que tardará en llegar el requiescat in pace definitivo, es decir, en implantarse el bachiller FINDE, eh? Y como solía tratarse de algo más que una pregunta retórica, me oía decir -sin escucharme siquiera, fíjense, algo que sin duda ha de confundir las entenderas del profesional común de cualquier medio de incomunicación- gracias a esa capacidad intuitiva con que me nacieron: al menor despiste que nos permitamos por entretenimiento mayor. Y aun hube de morderme los labios para no decir calentamiento global a lo bestia, tsunami, hambruna, pandemia, ni hablar; sabía, con ese saber que proporciona el aula vivida de la infancia a la sepultura, que bastaba el vuelo de un mosquito común.

Llegado el momento, pues -continué-, dejarán de castrar por fin nuestra nunca lo bastante ponderada capacidad de ser diferentes, simples, felices, creativos, imaginativos, soñadores, emprendedores… en una palabra, cuanto vienen persiguiendo y reivindicando desde ni recuerdo ejércitos de eximios pedagogos, psicólogos, sociólogos, psiquiatras, metafísicos, poetas, raperos y chistosos en general y en el mejor de los sentidos.

Como ejemplo de los beneficios y bienes que sobrevendrán, vayamos a un anticipo en la entradilla de la noticia. ¿No dice, o sin gafas leo mal, que «se carga las reválidas de Wert»? ¿Habéis oído, dulces pájaros de juventud? ¡Se carga las reválidas de Wert! Dejad a Wert todo aparte, era un tipo raro del Partido Podrido empeñado, allá por 2012, en españolizar Catalunya. ¿Quién se acuerda de todo aquello? Vayamos al grano o medula de la cuestión. ¡Se carga las reválidas! Se carga, cony, se carga… ¿Acaso no veis en ese «se carga» un presagio de lo que podrá llegar a ser? Cualquiera de mis alumnos que hoy escribiera «se carga», en ese contexto y con ese significado, recibiría la dura amonestación de esta desorientada maestra decimonónica y el consabido puntito menos por uso inadmisible del registro coloquial o prácticamente vulgar en la redacción formal de una noticia.

E incluso, si no estuviera estúpidamente jubilada, me habría dirigido a cualquier alumno de 1º de bachiller para preguntarle: a ver, tú mismo, Joan: ¿qué habrías escrito donde ese «se carga»? Imagino al pobre muchacho titubeando y sudoroso por temor a equivocarse: _Mmm… No sé, Luisa… ¿Se suprimen? ¿Se eliminan? ¡Cuánto inútil sufrimiento en pleno siglo XXI! Por fortuna, tal que acabamos de ver y venimos viendo desde hace un montón de años, todo periodista que se precie ha abandonado definitivamente el uso esforzado y cuidadoso de su lengua en pro de querer aparentar con toda modestia que no escribe un señor cuyo oficio es escribir, sino alguien que pasaba por allí y tuvo la deferencia de ponernos al tanto de la manera más económica y eficaz posible, es decir, como si se hablara con un vecino del barrio o cuando las copas con los colegas. Así que ¡se carga, joder, y a otra cosa!

Y sé, estoy segura, de que la próxima generación de periodistas, poetas, novelistas y dramaturgos todavía irá un poquito más lejos y en lugar de escribir «se carga», sintagma ya anticuado para entonces, escribirá que lo que sea, pongamos el bachiller FINDE, «se fue a tomar por culo». Lástima grande que el Covid pueda llegar a impedirme gozar de tanta creatividad como, por fin, habrán logrado los ya mencionados pedagogos, psicólogos, sociólogos, psiquiatras, metafísicos, poetas, raperos y chistosos en general, defensores a ultranza de la creatividad que el aula y el profesor, como bien nos han enseñado, castran, y castran de por vida.

Breverías erasmianas (XLI): “Quaevis terra patria” (Toda tierra es patria)

en son de luz

Abra, óleo sobre lienzo, detalle. 2009, R.Puig «Abra», óleo sobre lienzo, detalle. 2009, R. Puig

Siempre hubo y siempre habrá causas que impulsen a multitudes de personas a buscar refugio. Siempre hubo y siempre habrá epidemias y desastres que pongan a prueba la solidaridad entre seres humanos, que se demuestra con hechos y no con palabras. Fue así en el pasado y lo estamos experimentando ahora, con la particularidad de que esta vez nadie está exento.

Todos necesitamos abrigo, todos buscamos el abra de salvación. Siempre fue y es de actualidad uno de los adagios que Erasmo de Rotterdam comentó en su Adagiorum collectanea :

«Quaevis terra patria»

Toda tierra es patria

Adagio ΙΙ, ii, 93

«Cualquier país es patria»

Este es el hemistiquio del oráculo que obtuvo como respuesta Meleo el Pelasgo cuando inquirió por la victoria, como recuerda Mnaseas y según refieren Zenódoto y Dionisio el Calcídico. Advierte este adagio que el hombre sabio y…

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Y la idiocia se hizo carne…

 

Debaten, o así lo llaman, cuatro mujeres que se disputan el éxito de sus partidos en las urnas y el suyo propio. Son Mª Jesús, Cayetana, Inés e Irene. Mª Jesús es licenciada en Medicina, morena y trianera, su seseo y su labia lo van pregonando, así como su morenez retocada y retocados sus escarceos de juventud con el marxismo, el cristianismo y el hippismo, bien revueltito todo. Ni se oye cuando habla de corrido o se balancea entre el atropello y el fácil deslizarse. Cayetana, a pesar del marquesado, la triple nacionalidad, el rubio natural, la anorexia, la altanería y lo que sabe sobre el obispo Juan de Palafox, virrey de Nueva España, también sesea, y sesea con seseo que tiene que ser argentino pero que parece andaluz. Da un susto de muerte cuando, sin sospechar nada nosotros, dise que dise que Barselona es bona si se le aplica el siento sincuenta y sinco para siempre jamás. Inés, aunque gaditana, no sesea, quizá porque su padre fue policía y su marido, independentista. A cambio, es clara poligonera de alma y macarra de expresión. «Soy mucho más moderada que tú desde que nací, chaval» (mordiendo ese chaval dirigido a Rufián y elevando largo el ápice de la lengüecita) Y, finalmente, Irene. Irene es normal.

Normal significa para mí lo que probablemente para muy pocos. Mi hijo, que sabe de mi gusto por recorrer de arriba abajo, o a la inversa, a veces en el mismo plano secuencia, toda la escala de los registros de la lengua, tendría sobre cinco años cuando le llamé la atención por haber proferido un taco propio de un estibador de los muelles (sobre los estibadores de los muelles me informó mi padre y no Eric Hoffer, autor de «El verdadero creyente», al tiempo que estibador él mismo). -Pero, mamá, si tú también lo dices… -Es verdad, mi amor, pero solo cuando estoy con gente normal.

Así que, un día en que me detuve a saludar a una comedida anciana que se dirigía a oír misa en la iglesia del barrio, harto de esperar la despedida que no terminaba de llegar, me estuvo tirando del vaquero hasta que logró que lo atendiera de muy mala gana: -Mamá, di, esta señora, ¿es normal? (¡atrévete a repetirlo, mocoso!). -¿Cómo normal?, preguntó la dama relamida y medio ausente. -Este niño me está matando, Teresa, a saber qué pregunta realmente… Me despedí, pero a no más de media docena de pasos me paré en seco, me agaché para mirar sus ojos interrogantes y clarísimos y le dije: -PERO, ¿NO VES QUE NO LO ES, JODER, PAUET? Pues eso, Irene no es Mª Jesús Montero, ni Cayetana Alvárez de Toledo, ni Inés Arrimadas o Isabel Díaz Ayuso, ni tantas y tantas otras y otros, ni siquiera como los jefes de todos y cada uno de ellos. Irene Montero es sencillamente normal.

Y ya que la acabamos de mentar, a Isabel Díaz Ayuso, vayamos con una manifestación política importante. Ella asistía a un desayuno informativo, o sencillamente pasaba por allí, cuando denunció la atrocidad ante las cámaras, tras meses sentenciando que Madrid Central iba a provocar atascos. «Si sigue Podemos en el Ayuntamiento de Madrid no va a haber atascos más que por el día». «Los atascos a las tres de la mañana un sábado en la capital les hacían ver a los madrileños que su ciudad era especial». «Madrid es una de las ciudades con más vida nocturna del mundo; eso incluye atascos a altas horas. ¿Me gustan? Evidentemente no. Pero forman parte de esta ciudad».  ¿Entienden? Está clarísimo, si sigue Manuela Carmena en el ayuntamiento, los madrileños no volverán a vivir la fiebre de los atascos-sábado-noche.

¿Dónde vamos a parar? Quizá, me digo para mis entresijos, ni los parados seguirán parados, tal vez incluso los más desvalidos dejen de soportar el hambre, el frío, los desahucios, la falta de fármacos cada vez que los necesiten. ¿Se dan cuenta del horror que anda por llegar? Madrid dejará de ser Madrid, quizá Barcelona, Barcelona, España, España y los necesitados, necesitados, caso de que UP llegue a gobernar en coalición con el PSOE, ¡meigas fora! ¿Habéis tomado nota, humoristas de pacotilla, del lugar en que os ha dejado ese pedazo de criatura?

Y hay más cosas tremendas, es un no acabar interminable. Como la de mostrar a los telespectadores Casado y Rivera y aun intercambiar este con Sánchez -en pleno y solemne debate servido como boda o funeral regio- fotografías enmarcadas, gráficos, panfletos o libros de a saber qué autor, siguiendo la costumbre prácticamente inaugurada por el castizo experto en cloacas y varios otros Eduardo Inda.

¿Imaginan qué más podría llegar a pasarnos, ultraderechita cobarde, con un gobierno de coalición PSOE-Podemos? Mínimamente, ¿acaso no se vería la prensa obligada a informarnos día a día sobre el juicio a los presos políticos del que saldrá sentencia cantada, ese juicio que hoy aparece discretamente velado, cuando no elegantamente ocultado, por todo medio de comunicación? Es más, ¿y si a esos mismos medios, a los partidos políticos, a los jueces, a Europa incluso, les diera por tomarse en serio, investigar, imputar, sentenciar a todos y cada uno de los involucrados en las cloacas del Estado, o en ese candado  que le ha puesto WhatsApp a Podemos en plena campaña electoral? Para echar a correr de puro miedo frente a la posibilidad del tambaleo y derrumbe de esta espléndida democracia que nos regalaron, inobjetable producto de la modélica transacción iniciada por nuestros más loados prohombres y que a día de hoy andamos justo a puntito de redondear.

Por todo ello y más, a ver esas jergas, actitudes y conductas de botellón tan propias del sueño húmedo del nacionalismo español, ultraderechita cobarde, porque si alcanza a gobernar este país por primera vez la izquierda nos van a obligar a repetir la carrera que cursamos en universidades católicas o públicas ad hoc, el bachillerato, la ESO y la Primaria, y aunque no fuera más que por que llegáramos a entender algún día sus abstrusos comunicados y discursos políticos comunistas, independentistas y proetarras. Para echar a correr de puro asco y de miedo, insisto de nuevo y cuantas veces haga falta insistir. ¡A ver si pasa pronto el domingo, Señor! Y que no se haga tu voluntad, sino la que nos conviene a todos… ¿Lo has pillado por fin o quieres que te lo repita?

Círculos viciosos.

 

Título y texto tomados de “Blog y Magog”, de Alberto Caffaratto Ladoire – Jueves, 10 de enero, 2019

 

Todo este vocerío de Vox y sobre Vox, es decir, tautológico, no deja de tener exquisita enjundia, y la primera reflexión que viene a la mente, contemplando el carnaval a la debida distancia, es que resulta clarificador tanto ruido sobre lo obvio, el ruido propio de ellos mismos y el rebotado por las lujosas maderas de nuestros circos locales, es decir, palacios, parlamentos, puticlubs exclusivos y reservados de restaurantes de lujo.

Por todas partes se oye un espantoso crujir de huesos y lastimeros aullidos de buenos cristianos y convencidísimos demócratas del último día, mesándose las barbas y arrancándose las guedejas. ¿Y a santo de qué tanto muro de las lamentaciones? Pues de lo obvio. Ha llegado un tipo del que lo mejor que se puede decir de él es que lleva pistola y que afirma que eso es lo fetén.

Y claro, ya con esta edad, no he dejado de acordarme de la canción Círculos Viciosos, popularizada allá por los tiempos de la Mandrágora, que es algo que suena a antiquísimo, cantada a duo por Sabina y Pérez, pero que en realidad se le debe al genio infinito, por no decir clarividente o profético, de Chicho Sánchez Ferlosio, casi único intérprete canónico, junto con su hermano Rafael, del verdadero y profundo significado del fascismo español. Contexto que en su momento tal vez podría haber tenido visos de tratarse de algo todavía coyuntural en España, pero que hoy ya sabemos que es sempiterno, consustancial, arquetípico y de tan honda raigambre como tirar la cabra desde el campanario, con el sereno goce que eso proporciona a tantos valientes. Solemne festividad que pronto será restaurada con todos los honores. Y vean, por favor, lo que tan bien conocía Chicho y que tuvo a bien comunicarnos mediante las voces de los cómicos de la legua.

Esta es la interpretación de Sabina y Pérez, del disco La Mandrágora, 1981, grabación realizada en directo en la sala La Mandrágora de Madrid y firmado el LP por Krahe, Pérez y Sabina, con letras propias y algunas de otros autores, como en este caso.

 

 

Y esta es la letra, debidamente transcrita, y no con las infames redacciones que circulan por la red.

 
– Quisiera hacer lo que ayer,
pero introduciendo un cambio.
– No metas cambios, Hilario,
que está el jefe por ahí.
– ¿Por qué está de jefe?
– Porque va a caballo.
– ¿Por qué va a caballo?
– Porque no se baja.
– ¿Por qué no se baja?
– Porque vale mucho.
– ¿Y cómo lo sabe?
– Porque está muy claro.
– ¿Por qué esta tan claro?
– Porque está de jefe.


Eso mismo fue
lo que yo le pregunté:
– ¿Por qué está de jefe?

-Yo quiero bailar un son
y no me deja Lucía
– Yo que tú no bailaría
porque está triste Ramón.
– ¿Por qué está tan triste?
– Porque está malito.
– ¿Por qué está malito?
– Porque está muy flaco.
– ¿Por qué está tan flaco?
– Porque tiene anemia.
– ¿Por qué tiene anemia?
– Porque come poco.
– ¿Por qué come poco?
– Porque está muy triste.

– Eso mismo fue
lo que yo le pregunté:
¿Por qué está tan triste?

– Quisiera formar sociedad
con el vecino de abajo
– Ese no tiene trabajo,
no te fíes, Sebastián.
– ¿Por qué no trabaja?
– Porque no lo cogen.
– ¿Por qué no lo cogen?
– Porque está fichado.
– ¿Porqué lo ficharon?
– Porque estuvo preso.
– ¿Por qué lo metieron?
– Porque roba mucho.
– ¿Por qué roba tanto?
– Porque no trabaja.

– Eso mismo fue
lo que yo le pregunté:
¿Por qué no trabaja?

– Quiero conocer a aquel,
hablarle y decirle hola.
– ¿No le has visto la pistola?,
deja esa vaina, Javier.
– ¿Por qué la pistola?
– Porque tiene miedo.
– ¿Por qué tiene miedo?
– Porque no se fía.
– ¿Por qué no se fía?
– Porque no se entera.
– ¿Por qué no se entera?
– Porque no le hablan.
– ¿Por qué no le hablan?
– Por llevar pistola.

– Eso mismo fue
lo que yo le pregunté:
¿Por qué la pistola?
¿Por qué no trabaja?
¿Por qué esta tan triste?
¿Por qué esta de jefe?

Pero, retomando el tema, lo que ha venido a hacer Abascal con el escuadrón de pretorianos que le rodea es aquello que proclamara Adolfo Suárez, y que tanto se le alabó en su día: “Elevar a la categoría política de normal, lo que a nivel de calle es plenamente normal”.

Y lo normal, según por cuáles bares y barrios se acabe deambulando, es llevar pistola, lo normal es majar a hostias a la parienta, a la novia o a una que pase por ahí, si el cipote está tenso, empuja y exige lo suyo, y además se tengan esas siempre justificadas ganas de darle una bofetada a una zorra, que encima es un alfeñique. Lo normal es ahogar o siquiera, como medida de tolerancia, dejar que se ahogue al que llega en la patera, total, es negro, o moro o chino y, lo más insoportable, no es cristiano… Lo normal es prohibir el aborto y volver a las agujas de punto o a la camilla ensangrentada en un sótano, dulcísima imagen para contento de prestes. Lo normal es derogar la Ley de Memoria histórica, insufrible revanchismo de derrotados. Lo normal es eliminar los subsidios a las mujeres maltratadas –algo habrán hecho–. Lo normal es cantar el Cara al Sol, curiosamente obra de Sanchez Mazas, padre de los Sánchez Ferlosio, ya ven qué cosas, pero tal vez la explicación de por qué sabían tantísimo esos muchachos, y desde bien jóvenes.

Y lo normal, cómo no, desde hace 500 años, es mandar la tropa a Cataluña cada vez que la desafección y la insumisión, el monarca –por lo general un Felipe–, el cardenal primado y el espadón a cargo lo aconsejen, lo normal debería volver a ser la masacre profiláctia y periódica de obreros –si es que hoy en día queda de eso–, lo normal sería llevarse a Franco a la Almudena para adorarlo mejor, bajo palio, pues tal era su derecho, jamás derogado por nadie, como lo normal debería ser derogar la Constitución, las Autonomías y el Sistema métrico decimal y volver al Fuero de los españoles, a medir por arrobas y con varas castellanas y a pagar en maravedíes. Y restablecer la Inquisición. Pero dejadme que yo prefiera la hoguera, la hoguera, la hoguera… naturalmente, Javier, amigo. Y lo bien que supiste hacer mutis a tiempo y cómo te lo envidio.

¡Ah!, y se me olvidaba. Lo normal –qué menos–, sería volver a legalizar el Toro de la Vega, con todas esas escenas de inmarcesible heroísmo, necesariamente generadoras del carácter de nuestra inigualada y bendecida raza.

Pero, de la venturosa llegada de Vox, lo más destacable es aquello que John Le Carrè llamó en una de sus más afiladas novelas “buscar el negativo”, es decir, averiguar aquello que sistemáticamente había sido obviado, omitido y, si percibido por alguien, mandado a tapar y hecho prestamente desaparecer, en el entendimiento de que debajo del manto de cosas variadas que sí se dejaban ver para mejor desviar las pesquisas, se encontraría la información que daba la clave para conocer aquello que se pretendía ocultar.

Porque, efectivamente, lo que Vox parece venir a hacer es “positivar el negativo de nuestra realidad”, poner en papel, negro sobre blanco, todo aquello que en la realidad ocurre y que es lo que le conviene al poder establecido, pero aquello de lo que éste jamás puede permitirse hablar ni expresar por claro, so pena de definitivo desenmascaramiento.

Porque casi todo lo que pretende Vox, ya se hace sobradamente y esto sí que es lo verdaderamente chusco. Por ejemplo, desde la misma Constitución, pero expresándolo por contrarios y dejando la aplicación y la interpretación a los entendedores pagados para interpretar, o, mejor expresado, para tergiversar lo que haga falta, venido el caso.

Así, donde la Constitución dice: “derecho a una vivienda digna”, se expresa en positivo aquello que en la realidad jamás se ha contemplado hacer de ninguna manera, donde se dice “trato igual frente a ley”, se expresa otro concepto en positivo, pero vacío igualmente, imposible de llenar si la justicia no es gratuita en su totalidad, que, por supuesto, no lo es. ¿Y por qué no lo es? Pues por otras disposiciones adicionales, naturalmente. ¿Y qué significa entonces gratuita y universal? Pues el negativo de sí misma, cualquier cosa menos gratuita y universal, es decir, lo que manden, pero no lo que la norma básica cree decir con tan hermosas palabras, perfectas para que las estudien los niños como el idílico cuento que son.

Y donde se habla de derecho a la atención sanitaria universal se obvia la parte evidente, escrita en otro lugar de las leyes donde, por unas u otras razones, este derecho le es coartado de una y otra manera a determinados colectivos. Y esto por no hablar del famoso salario mínimo, recientemente retocado, pero excluyendo de su aplicación esto, lo otro y lo de más allá, y a estos efectos, quizás, pero a estos otros, ya veremos, ya regularemos, si eso… ya se informará…

Todo espitas chapuceras, pero perfectamente intencionadas, por donde se escapa todo sentido de la palabra mínimo, que de inmediato deja de significar mínimo, para que puedan seguir cobrando 700 euros los que cobraban 700, o incluso los que cobraban 800, en razón de que en el decreto 57, apartado 9, epígrafe 42, codicilo 4, del Reglamento del Ministerio de la Paz Social y Obrera, se especifica claramente que “Donde dije digo, digo Diego”, y, arreando, pedigüeños. Con lo que queda ese mínimo de 900 euros en gracioso guarismo para que los que puedan se echen con él unas risas, así como de los parados, lo cual no es fantasía, porque a algún diputado del PP se le ha visto haciendo exactamente eso, reírse de los parados en el Parlamento. Lo que no es violencia, bien se entiende.

¿Y qué viene a querer hacer Vox? Pues a pretender que el negativo, todo lo omitido, se escriba por positivo, como prohibición manifiesta y no simplemente de facto, es decir, que se dé carta de existencia legal a todo aquello que ya ocurre en el limbo de lo alegal, de lo no sancionado, de lo no escrito. Es decir, que se le niegue, por las claras, la asistencia sanitaria al inmigrante, el derecho al aborto a quien ya lo tiene, que se limite el derecho de otras confesiones a profesar sus convicciones, pero defendiendo y ensalzando solo las que proclama la confesión propia, el nacional-catolicismo, y que se conviertan el maltrato de facto (sea por machismo, sea policial o empresarial), y la expulsión sin derecho a ser oídos, el silencio administrativo, o la prevaricación, en asuntos no ya proscritos, sino prescritos por las leyes.

De ahí al paso dado por otro fascista, el presidente brasileño Bolsonaro, o por un asesino surto al poder en Indonesia, de legalizar y, en consecuencia, bendecir, por no decir recomendar, todo asesinato cometido por las fuerzas de seguridad, ¿cuántos pocos metros de camino nos pueden faltar? ¿Dónde quedan doscientos años de mejoras penales y legislativas en la gran mayoría de los países del mundo? ¿A cuál parte de la Edad Media nos proponemos regresar, votando agradecidos?

Porque… ¿en dónde diablos está escrito en nuestras leyes que la Virgen del Pilar o la Macarena o la de la Regla, deban recibir un sueldo o dádivas? En ninguna parte, no lo duden. Sin embargo, estas supercherías reciben dádivas, emolumentos y donativos, no solo de los fieles, que tienen todo el derecho a ello, sino de organismos del estado que no deberían tenerlo, pero se lo arrogan, como bien demuestra una reciente sentencia ante los gastos de un ayuntamiento con el fin de amparar a una de estas pobres Vírgenes desamparadas, que ha dictaminado, y vaya nadie a saber apoyada en qué dicha sentencia, que estos pagos fueron legales, ajustados a derecho y condenando además a pagar las costas a quien denunció tan evidente malversación.

Pues bien, de lo que se trata, es decir, positivando el negativo, es que asuntos como este queden sancionados por ley, colocando a los legisladores, tan partidariamente disciplinados ellos, en la obligación de dictar leyes aun más manifiestamente de parte de lo que ya lo hacen, es decir, quitándoles definitivamente la careta con respecto a las contradicciones que ya exhibe la legislación.

Es decir, si aquel espectáculo inverosímil de María Dolores de Cospedal con la mantilla, o el de aquellos criptofascistas, que no ministros, cantándole el himno de la legión al Cristo procesionado, resulta hoy en día no ilegal, seguramente, pero sí de insigne imbecilidad, por no llamarlo prevaricación, lo que se pretende es escribir y prescribir tal uso como legal, es decir, como conveniente y necesario, que es lo que una ley viene a decir por el hecho de serlo. Y con todo ello, al parecer, se protegerá mejor la Semana Santa, por si no se protegiera ella sola ya suficientemente, que a ver quién será el guapo que proponga quitarle los tres día de fiesta a cualquier ateo, no digamos ya a un misacantano. Del que osara semejante cosa no quedarían ni las cenizas para mearlas, incluso sin la ayuda del señor Abascal.

Por supuesto, no hay hoy legislador en sus cabales capaz de instar semejante esperpento legislativo, pero nuestra realidad –al margen de la ley o amparada por cualquiera de las infinitas excepciones de la misma– es que el esperpento ya se da por sí solo y siempre torcido en el mismo sentido, el de favorecer al viejo fascismo, como es el caso de nuestro mal llamado estado aconfesional, siempre ocupado en financiar entidades confesionales. O ese otro esperpento judicial que permite que un juez sentencie que 27 puñaladas a la cónyuge no son ensañamiento, abracadabra que también se vio pocos años atrás. Y ante esto, la solución de estos nuevos joseantonios y ramiroledesmas que nos han caído en suerte es reescribir los códigos en sentido por completo opuesto a lo que la modernidad nos ha traído, porque la modernidad no trae solamente esmarfones y redes sociales para poder lucir el palmito y maravillosos robots para perder el trabajo, sino modos de vida y libertades hace poco inimaginables y, por supuesto, radicalmente opuestos a lo que nuestro del todo vigente fascismo y nacional-catolicismo predicaron siempre y seguirán predicando.

La novedad de Vox, hoy, está en las formas y en esa especie de enmienda a la totalidad a los comportamientos de una derecha en la que el mismo Santiago Abascal ha medrado apaciblemente los últimos veinte años, en unas y otras autonomías de las que hoy reniega. Y, por cierto, bien cogido a los pechos de uno de los mayores talentos para descubrir ladrones, saqueadores de lo público y prevaricadores, que resultó ser la nunca demasiado bien ponderada doña Esperanza Aguirre.

Y lo bello, sin duda, es ver hoy cómo la derecha brega con el terrible problema de haber sido expulsada del poder por robo. Un robo instrumentado con toda suerte de triquiñuelas legales, paralegales, ilegales y todas ellas, por supuesto, semi toleradas, consuetudinarias y artificio común y sacro credo de toda una clase empresarial. Una casta, y esta vez sí que el término de verdad viene al hilo, hecha a unos usos que en Europa –eso que sigue empezando en los Pirineos– les hubiera supuesto acabar en prisión hace más de veinte años, y que decidió de últimas apelar como solución al tranquilizado y bien alimentado fascismo que dormitaba bajo sus acogedoras faldas, desde que Fraga así lo dictaminara, por cierto, con excelente criterio.

Y así, a base de alimentarlo y de llevar dos años gritando como orates ¡155, 155, 155!, despertaron al animal con su gorrilla de legionario, su ¡Viva la muerte!, su Cara al Sol, su rogativa al Apóstol Santiago para que nos guarde de todo mal y su mesa petitoria de votos para otorgarle amparo al maltratador, al ladrón, al asesino y al chulo simple o fascista estándar, es decir, a sí mismos.

En resumen, para hacer todo aquello que ya se hacía por detrás, medio a oscuras, con cuidado, con precaución para no despertar un avispero, con sigilo, con profesionalidad, con eficacia, con doblez suficiente para alimentar dudas, con negociación para repartir, con reserva y sin hacer más que el ruido imprescindible. Pero llega la bestia y se pone a dar gritos y coces, a reventar el vallado, a romper cristales y, lo peor, a quitarles el carné de apóstoles a los apóstoles de la Patria y a exigir que se ponga por las claras y que se convierta en ley lo que de siempre se venía haciendo en su respetada casa, pero sin ruido: violar a la prima o a la criada, mandarlas a Londres a abortar, pero aquí no, que es pecado, robarle del sueldo al mozo de cuadras, negarle el pan a la vieja yaya, robar a los aparceros de la finca, reventar a currar al esclavo negro, al amarillo, al verde o al blanco, porque son todos lo mismo, son esclavos y ellos se lo han buscado, y apalear al enfermo y al necesitado… En fin, lo canónico.

Así que, el niño ha salido de esa placenta nutricia, pero que no da para tantos, a grito limpio, dando patadas enloquecidas a propios y extraños y se ha presentado con cajas destempladas a cobrar la herencia, todavía en vida de sus gimoteantes y moribundos progenitores, hoy apuñalados por Ciudadanos, apuñalados por sí mismos, apuñalados por amigos y por enemigos, apuñalados por los mismos jueces que amamantaron, apuñalados por la clase empresarial a la que ayudaron a saquear sin misericordia durante cuarenta años para quedarse con las comisiones y beneficios de tanta liberalidad, y ahora apuñalados también por el hijo bienamado. –¿Tu quoque, Santi, fili mi?, que viene a llevarse el último prado, el último piso, el último dinero en B y la cartilla de ahorros, dejándoles solos con su ancianidad, su enfermedad terminal y la sede pagada en negro, que igual el día menos pensado va Podemos y se la embarga.

Y ese pobre tarugo a escala industrial, ese besugo de 700 kilos que ahora rige los desatinos mucho mejor que los destinos del PP, aun le va pidiendo cuartelillo al flechilla de la OJE hoy surto a jefe de centuria, porque le van el sueldo y las alfombras en ello, y que esta misma tarde ha conseguido un botellón de oxígeno, bueno, no, de manzanilla de Sanlúcar. Pero ya sus barones, su ejecutiva, los empresarios de cabecera, esos caudillos de taifas y esa legión de sabedores que durante cuarenta años tejieron las pacientes e infinitas telarañas de los desfalcos, de las privatizaciones innecesarias, de los desvíos de fondos, de las empresas interpuestas, de las ventas de lo público a los buitres amigos elegidos para aportar las vitales comisiones, es decir, su sustento, le piden a su advenedizo jefe que pare ya con el coqueteo, que las cosas deberán seguir haciéndose como siempre se hicieron, que el jolgorio excesivo perjudica, que la luz daña la vista y los taquígrafos los oídos, que de nunca ha prosperado quien roba haciendo ruido, que el sigilo es cosa de sabios, que el caco para robar con alguna garantía de impunidad lo último que tiene que hacer es vestirse de ladrón o contarle a los vecinos que sale a afanar, porque la vida está mu achuchá, cualquiera lo comprende.

Y así cerraremos el círculo vicioso. Aquellos salvajes de los correajes y las pistolas que se adueñaron del país a finales de los años 30 ya han tenido tiempo de enroscarse y enrocarse varias veces alrededor de sí mismos. Han cambiado las camisas azules por niquis rosas, el cinturón con la hebilla para brear a latigazos a quien fuera menester por la pulserita de cuerda con la bandera, el pistolón de enderezar obreros por las sucesivas reformas laborales, que seguramente ya cuenten en su haber con más hambrientos y más gente que no tiene para calentarse de los que consiguiera el fundador a palos y a tiros. El pelo con la gomina p’atrás joseantoniano, hoy es el pelo con la gomina p’atrás, pero sin rasurarse el cogote, sino con patricios caracolillos en el mismo, porque la vida sí cambia en algunas cosas sustanciales. Y poco más.

Fraga, que era un fascista, pero con más cabeza que puños, metió a los fascistas en la bodega con la condición de que no hicieran ruido, pero con permiso de opinar y hacer, dentro de las paredes domésticas, casi todo lo que les viniera en gana. Pero a la chita callando y cobrando con la debida discreción, y el que diera un mal paso o levantara el brazo estirado, puerta, porque si bien eso todos ellos lo hacían en la intimidad, ¡y a mucha honra!, igual que hablar catalán, eso no se podía hacer en la calle, y no porque lo prohibiera Santiago Carrillo, que le hubieran metido cuatro tiros, sino Fraga precisamente, que sabía lo que hacía mejor que nadie. Y aquello funcionó incluso con Aznar, incluso con Rajoy, que se permitió hasta darle la patada al Delfín, al ínclito Gallardón el Ambicioso, cuando sacó los pies del tiesto y se puso a quebrantar los consensos con los que unos y otros más o menos vivían tranquilos y todavía repartiéndose lo que había que repartir, que nunca fue poco.

Pero casi como aquellos desdichados judíos de los duelos y quebrantos de los sábados, estos especímenes fascistas tan nuestros, pocos, pero aguerridos, se tuvieron que comer el divorcio, el aborto, el matrimonio homosexual, lo LGTBI, el orgullo de Chueca, el ejército pacificando Gabón o Mali, en número de cincuenta efectivos –en lugar de con 50.000 presidiendo el Imperio en Sidi Ifni–, a Puigdemont y otras cuantas cosas así. Demasiado para cualquier desdichado fascista alimentado a base de libertades, angustiosa pitanza, incluso cobrando algunos lo que veinte cristianos trabajando. Pero el malabarismo funcionó mientras no se les vieron demasiado las hechuras y mientras el desfalco perpetuo no se convirtió en gigantesca obviedad, ya imposible de silenciar o de tapar ni siquiera plantando encima de la alfombra de la realidad un escuadrón de ballenas. Y cuando fueron los jueces, y no solo veinte millones de españoles, los que acabaron proclamando que eran una partida de ladrones, reventó el casino.

Y hoy, de los restos de la explosión de la supernova, ahí tenemos a la camada negra, renacida como ave Fénix, como siempre en esta desgraciada tierra, revestida con las versiones modernas de los mejores correajes de los años treinta y el jefe con el pistolón y el Cara al Sol como bagaje teórico. Pues como toda la vida. Casado, tú cría, cría cuervos, chaval. O círculos viciosos, appunto.

 

http://albertocaffarattoblog.blogspot.com/2019/01/circulos-viciosos.html

 

¡Franco, Franco, Franco!

 

Título y texto tomados de “Blog y Magog”, de Alberto Caffaratto Ladoire. 8 de noviembre de 2018.

 

Francisco Franco lleva muerto cuarenta y tres años. Bien es cierto que unos opinarán que diez, otros que sesenta, otros que doscientos, otros que quince, otros que ni idea de quién se está hablando, pero, resumiendo y para entendernos, esa cifra de cuarenta y tres años se podría entender como una media razonable entre sabedores o siquiera medio informados, quinquenio arriba o abajo.

Sin embargo, no es cierto y no está muerto en absoluto a sus ya cerca de ciento treinta primaveras. Es más, goza de excelente salud física, mental y ética. La verdad es que simplemente decidió abandonar algunas de sus funciones, –las de menor calado– por sobrevenido exceso de catéteres, según quiso aparentar para poder retirarse a una finca funeraria de su propiedad, supongo que para despistar en lo esencial con respecto a quién seguía mandando y, además, imagino taambién, para quitarse de en medio al yerno, que era un verdadero Jack el destripador, aunque titulado. Dime con quien andas… Aunque, eso sí, reservándose orientar en todo momento el qué hacer, como Lenin, viejo colega de momificación, aunque a la larga bastante menos exitoso este último en cualquiera de sus empresas.

Y este orientar, cualquiera lo entenderá, tampoco es otra cosa más que un eufemismo. El supuesto finado manda más desde debajo de una lápida que cualquier emérito de sangre azul, en activo o futurible, incensado, coronado y aposentado en el trono a título de Rey. Y más que cualquier tío Gilito March o tía Gilita Botín bañandose en el oro de sus cámaras acorazadas, que cualquier espadón durmiendo laureadas siestas sobre una caja de granadas y, por supuesto, más que cualquiera de los más que severamente vigilados capataces que ha ido permitiendo que figuraran sucesivamente en la presidencia del banco azul. Que es exactamente eso, el banco de los bancos, donde se alterna la gobernación, unas veces del BBVA, otras del Santander. De Cánovas a Sagasta y de Sagasta a Cánovas, que son plaza y calle en Madrid. Y no hay más.

Aquellos pobres psicópatas de Hitler, Stalin, Hiro-Hito, Mussolini, Mao-Tse-Tung (o Mao Zedong, como prefiera cada cual, según su nivel de mandarín), o aquel besugo de su vecino Caetano, que se dejó dar un golpe de estado por capitanes y comandantes  –algo así como un rector de universidad depuesto por bedeles–, son calificados sin duda y bastante meritoriamente como dictadores en cualquier libro serio de historia. O por lo menos, hay desalmados que así los llaman, negándoles los méritos.

Sin embargo, nuestro amado Generalísimo (apodado igual que el chino Chiang Kai-Shek, aunque miren cómo acabó el pobre, al mando de una pequeña ínsula, por no haber matado lo suficiente) concursa en toda otra categoría. La del dictador inmortal, y en esto supera a Julio César, a Alejandro Magno, a Gengis Khan o a Napoleón, que a los cuarenta años de su desaparición, sin duda, todavía daban miedo, pero un miedo retroactivo, porque ya no pintaban nada, ni siquiera pésimos paisajes o bodegones. Quedaban bien de personajes para cualquier panoplia histórica, para dar miedo a los niños, para la historia general de la infamia incluso, o para una buena escultura, es cierto; pero mandar, lo que se dice mandar, ya no mandaban nada, lo que desde luego no es el caso de nuestro General Superlativo.

Que lo dejó todo atado y bien atado y que bien lo sabía y alardeaba de ello. Y los que no lo creíamos éramos los vivos que quedábamos en su cortijo-cuartel. Infelices, incautos, desconocedores, en fin, optimistas, que es lo peor que pueden permitirse ser quienes se adornan de avisados, porque… hombre… lo de atado… ¡qué modestia! Cementado, solidificado, indestructible. Una obra de duración ajena a lo humano, de orden metafísico o cosmológico, pero además una construcción de basalto verdadero y que se manifiesta con la misma realidad que alzar un edificio, trazar una autopista o, todavía con mayor solidez y tangibilidad, en la redacción de jurisprudencias que apenas pueden diferenciarse de los que él dictaba más que por la calidad de los modernos maquillajes legales, que esos sí que han cambiado superlativamente a mejor.

Pero lo que es la chicha y el esqueleto de lo mandado y la chicha y los esqueletos de los que mandan son exactamente lo mismo y de la misma sagrada materia que él dispuso y los mismos que nos regirán por los siglos de los siglos, siendo optimistas.

Así que hoy andamos al retortero de pedirle permiso a él mismo para llevarlo a otro lugar. Y estamos los que sí y los que no, rojos de ira unos y otros por cambiarlo o no de nicho, de pudridero, de gusanera… Todos a mordiscos por un muerto que no está muerto… ¡Hay que joderse! Hoy incluso se ha sabido que hay un detenido por pretender atentar contra el presidente del gobierno –como si un presidente del gobierno español tuviera acaso vela en este entierro o desentierro–, por causa de que el guapo mozo insiste en expresar su deseo de sacar a Ello, a la Hispanidad misma reencarnada en un fajín, de su sepultura entre sus víctimas, para llevarlo a quién sabe dónde, quién sabe cuándo, y no a donde disponga, sino a donde le dejen y si es que le dejan y si es que un vulgar presidente del gobierno tiene alguna capacidad de disponer algo en España. Porque me da a mí que el General está para aguantar pocas moscas en los huevos, y ya veremos qué dispone sobre sí mismo, que es quien debe y puede. Y en eso estamos, a lo que haya de obedecerse.

Pero un tipo que prefirió enterrarse con los que asesinó –lo que no dice poco del personaje– y con los que murieron para construir su pirámide, como un vulgar faraón, y un tipo al que prácticamente lo despedazó su yerno en vida sin lograr arrancarle un ¡ay!, no es pájaro del que nos vayamos a deshacer tan fácilmente. Por eso, tengo para mí que enterrarlo en la Almudena, junto al Apóstol Santiago, con Santa Teresa, en el vientre de una ballena, en un predio de la familia (que tiene algunos), en un nicho con otro nombre, o incinerarlo, mear las cenizas y esparcirlas por un vertedero o, por el contrario, despacharlas bendecidas por el Cardenal Primado a que nos vigilen desde el espacio en un satélite Hispasat, nos va a dar exactamente lo mismo.

Porque el tipo no está muerto ni vivo, el tipo ES. Como Aleister Crowley, el embrollón y ocultista, yo soy aquel que es. Y este es Franco, es la España inmortal, la de Rinconete y Cortadillo, la de March y Gil y Gil, la de Bárcenas y la del concejal socialista que le paga las putas al empresariado con los fondos del paro, esa España en la que jamás se pone el hambre, y jamás y siempre son lo mismo y ÉL mismo. ÉL es el hilo de maravedíes, hogueras, garrotes y galeras que une al Cid con Isabel la Católica, a Cisneros con Torquemada, al Conde Duque de Olivares con Fernando VII, a Primo de Rivera con el primo de Rivera y del IBEX, que es de lo que se trata. ÉL cambia de nombre a capricho y se reencarna donde le cuadra a mayor gloria de sí mismo y como corresponde a todo buen budista, apostólico y romano. Toma nombres y especies como el personal que lo cree muerto se toma felizmente una caña o se cambia de camiseta, tacones o reloj, sin saber que el beneficio último de cada caña, de cada camiseta, de cada tacón y de cada reloj acaba en sus bolsillos, en los de los suyos y en aquellos de quienes ÉL disponga exclusivamente.

Y una mañana se llama Lesmes, y es la Ley con puntillas y el personal de rodillas, otra Rajoy, y es el Poder de abogar por Isco o por Carvajal o por ambos, otra Arrimadas, y es la Nueva Falange de todo lo viejo, otra Tejero, y es el Prototricornio, otra Cospedal, la verdad por siempre en diferido, otra Billy el Niño, el torturador de cámara –¿Aprieto más, Excelencia?–, otra Villarejo, el Primer Escucha del Reino, otra Jiménez Losantos, el bufón de Corte, otra González, hombre blanco hablar con lengua de serpiente, otra Aznar, el señor de las patas en la mesa de los gánsteres, otra Marichalar, la debilidad heráldica, otra Leonor, el futuro pasado por el pasado, otra Don Juanito, la comisionada bragueta, otra Trillo, el muñidor de todos los ordeños, otra Cifuentes, la cleptotitulada, y otra el siempre coral: –Les pido a perdón a todos, nunca volverá a suceder–.

Y no, no sucederá que se muera nunca. Así que llévenselo a donde les dé la gana o déjenlo donde está. Nos va a dar lo mismo. Gobernaba, gobierna y seguirá gobernando mientras el Pisuerga siga pasando por Valladolid. Y si no, como si pasa por Córdoba. Gobernará igualmente y sin meterse en política, como siempre hizo. Y a nuestra entera satisfacción, por añadidura.

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La caja de Pandora y el Turnitin

Con el caso Cifuentes se abrió una caja de Pandora que no atañe en absoluto al conflicto que llaman catalán, y catalán, con esa puntería ‘constitucionalista’ de anteponer el apellido materno al paterno, tampoco a las «bombas de láser de alta precisión» que les vendemos a Arabia Saudí para que puedan seguir matando con eficacia, ni siquiera al caso de la no retirada de la Reforma Laboral vigente, la Ley de la Memoria Histórica, la pensión de jubilación o la subida de impuestos a quienes pueden permitirse sobradamente ese lujo. En absoluto.

Fue la apertura de una caja de Pandora que jamás debieron abrir si no querían, y está claro que no, ¡pues menudo viacrucis les espera a muchos!, poner en tela de juicio -o énfasis en la falta de él- la educación española del parvulario al doctorado, último grado académico a alcanzar, como debería saberse, pero no se sabe. En el caso de la pública, desde hace casi tantos tantos años como tiene esta democracia o, mejor, nuestro sumiso demosgracias, racaneando y repartiendo momios y canonjías entre mediocres desvergonzados; en el de la privada, engrosando con lo que se le fue racaneando a la pública las arcas de la insaciable y siempre impune iglesia católica. De modo que, estas alturas del funeral, el producto de la una y de la otra se traduce en millones de españoles que se pasean con el culo al aire sin saberlo, aunque, en general, no se le dé mayor importancia -¡tampoco es para tanto, por Dios!-, a no ser que se trate de un significado representante político, un locuaz profesor titular universitario que adora chupar cámara, el representante de una empresa de radio y televisión similar a un puesto de pescado al por menor, un tertuliano diplomado en todo, un comecirios al servicio de una secta de las de alabar a cualquier dios de los que nos hacen exclamar ¡quegüén dios!, ¡quegüén dios!, ¡quegüén dios! antes de que se nos denuncie y enchirone.

Para ponerles las braguitas que exige el pudor y la decencia a cualquiera de todos estos es demasiado tarde, quien podría dudarlo, si la ignorancia bien alimentada produce una soberbia tan monstruosa como hilarante. Así que, que les vayan pasando el tan famoso programilla de software, el prestigioso Turnitin, aunque para qué, me digo, si basta con escucharlos y verlos durante cinco minutos para caer en el nivelazo, no ya de su tesina o de su tesis, sino de la redacción de la lista de la compra o de la apasionada carta dirigida a su amante.

Y por si no había bastantes sans-culottes intelectuales, parió la prensa, cualquier medio de incomunicación, y salió a la palestra el engendro a abundar en lo que también sabíamos, que una gran mayoría de periodistas son incapaces de distinguir un «sino» de un «si no», un «porque» de un «porqué» o de un «por que», un «debe de estar» al margen de toda duda, de un «debe estar» sin obligación -los dos últimos errorcillos, el del porque y el del debe, si no del todo achacables o jaleados por la RAE, con todas sus bendiciones marca España-, pero tan capacitados que se suponen para denunciar qué máster o qué doctorado del comicastro de turno se hizo, no se hizo, se regaló con un lazo azul cielo, se medio copió, se plagió, carece o va sobrado de citas y de referencias, de bibliografía aceptable o comme ci, comme ça, de exceso o de ausencia de comillas… Y es ahí donde se produce la más intensa relación social: la estulticia nata se cruza con la adquirida con esfuerzo, la más crasa de las ignorancias se codea con la desfachatez, la pedantería le sonríe a la desvergüenza y al delito, se saludan, se sonríen, se guiñan el ojo con complicidad, confundiendo alegremente unos y otros el quién con el qué y el ser con el estar.

Cuando quien anda meridianamente enterado de qué debe ser una tesis doctoral, un artículo científico o el máster de los amores de todos y lee cosas como esta: «El colmo del absurdo se alcanza cuando se acusa al presidente del Gobierno de «autoplagio» por usar parte de un artículo suyo publicado previamente junto con otro autor –¿se puede uno robar una idea a sí mismo?–», todo al margen de la intención de esas líneas por parte del director de un diario digital, probablemente se dirá para sus entresijos, allí donde esconde su más amado sueño de la adolescencia: ¿por qué no aprovechará el presidente para hacer un conmovedor discurso ciceroniano, y televisado, por favor, que incluya examen de conciencia, contrición de corazón y propósito de la enmienda sobre el estado de la educación en un país en el que, incluso durante la dictadura y mal que nos pese, había profesores, institutos y universidades públicas que le daban sopas con honda a lo actual, entendiendo por actual el resultado agónico de un largo proceso de degradación educativa que quizá comenzó a finales de los ochenta y que condujo a todas estas desfeitas que estamos viendo con lágrimas en los ojos, el copieteo, el refrito, el plagio, el encargo al negro, la estafa, todo ello pecatta minuta dentro del inabarcable y abrasador desierto educativo, como tiene que saber por fuerza cualquier genuino profesor de los que vayan quedando, si es que quedan? ¡Ay de ellos!

En otro de los artículos sobre el mismo asunto, el Diario de Escolar aún abundaba: «En el mundo académico, los expertos señalan que la utilización de material propio es normal (?) y en ningún caso puede considerarse plagio, aunque (?) recomiendan citarse (?) aunque (?) sea a uno mismo. El entorno del presidente (?) califica como «absurda» esta acusación (!)» (los interrogantes y los pasmos anteriores, todo mío). Ganas de marear la perdiz, caso de que hubiera perdiz, porque la autocita no es buena ni mala, existe; así que, en efecto, se cita el artículo o lo que sea menester, se fecha la publicación y demás y listo. Pero hacer un corta pega de textos de uno mismo para engrosar el trabajo es más propio de un alumno de 4º de la ESO o de 1º de Bachiller que sabe que su profesor es un redomado vago, y conste que los hay para dar y tomar.

¿Y qué me dicen, pues, del asunto de validar y valorar una tesis doctoral un comparador informático, un programilla de software ad hoc, una especie de oráculo de Delfos? Pues dicen que todo el mundo está jugando a lo mismo y que incluso se han abandonado vicios inconfesables para dedicarse a ello con fruición.

Hasta un reputado catedrático de Derecho Constitucional, Javier Pérez Royo, escribía en su último artículo, «Tesis, másteres y doctorandos»: «La ceremonia de la confusión que se ha puesto en circulación no resiste el más mínimo análisis. Pero en estos tiempos de posverdad trumpista nunca se sabe el recorrido que puede acabar teniendo». Ciertísimo, que es por lo que ya hace tiempo que no dejo escapar ninguno de sus escritos. Pero justo por eso quizá me dio tanta rabia que hubiera olvidado el profesor mencionar a Carmen Montón o que haya escrito sobre el doctorado de Sánchez: «Es una tesis más de las miles que se leen en la universidad española». Qué lamentables errores está provocando la prensa en quienes la leemos diariamente, ¿verdad? Porque sabemos que miles es masculino y que, por lo mismo, el artículo que lo precede debe concordar con él, los miles, nunca las miles, pero, como leemos prácticamente todos los días y en todo medio, por ejemplo, «las miles de personas», pasa lo que pasa. ¿Será tan difícil licenciar a periodistas con el nivel ortográfico, léxico y sintáctico de un, pongamos, bachiller elemental de los años cincuenta, sesenta, setenta?

Bernardo Vergara, viñetista de eldiario.es, debe de ser de los pocos que entendió perfecto de qué no estamos hablando pero convendría hablar. Y es que ya solo los viñetistas, o los historietistas como los llama Vergara, hombre que parece no ser licenciado o doctor, escriben editoriales. ¿Qué títulos académicos tendrá Vergara? Ni idea, pero dormiría más tranquila con un hombre como él al frente del gobierno.

Debajo, una tesis doctoral como una casa que nos coge por las solapas y nos vapulea para iluminarnos definitivamente. ¿Le ha pasado alguien el Turnitin a los Diez Mandamientos? ¿Y qué? Vaya, hombre, qué listo, pero yo me refiero a su originalidad y valía en la fecha en la que Moisés mostró sus tablas más ancho que Casado sus lo que sea que haya sido.

En este país, la educación es una asignatura pendiente desde que fue fundado, con la particularidad de que debe de ser la más importante de todas las asignaturas de las que se tenga noticia. ¿O no?

La Biblia 2.0