Picotear entre horas.

Frugal que me nacieron, despido el año con un caprichoso picoteo que me dejará como me quiero, insatisfecha incluso al levantarme de la mesa.

Sin poderlo evitar, los entrantes son tentadores, acabo de leer: «La imagen continuada de división, desconfianza y desencuentros que transmitieron las formaciones de Yolanda Díaz e Ione Belarra fue clave para que las bases de Podemos optaran por rechazar una coalición con Sumar»

«E IONE», NO, PÚBLICO. «Y IONE» SIN MÁS, TRANQUILAMENTE.

Tomás Navarro Tomás -filólogo, bibliotecario e intelectual español de la Segunda República, cuyas enseñanzas yacen aún, aunque muy polvorientas, en los anaqueles de mi modestísima biblioteca- ya nos advirtió de que no hay diferencia articulatoria alguna entre la «hi-» de hierba y la «y-» de yegua, la «hi-» de hierro y la «y-» de yeso (diptongos). Podemos escribir, pues, hierba o yerba, yodo o iodo.

Escribir «E IONE» es meter la pata de la boba ultracorrección, mis queridos bacalados. Pero, ¡vaya por Dios!, lo hace absolutamente toda la prensa y/o periodista que se precie. ¡Biba la curtura! Así le va de bien después a cualquier caudillito, y por ferrolano que sea. O ferrolana, por supuesto.

Claro que a mí faltitas ortográficas como esta me parecen… ¿cómo decirlo?, diminutos errores exquisitos considerando lo que me consta ahora, pero leí meses ha, algo a lo que mi ánimo cobardemente sobrecogido no fue capaz de enfrentarse con valor para matarlo y después traérmelo a enterrar en el blog. Supongo que por abrir boca nos advertía ya el titular, con un lenguaje que juzgué objetivo, neutro y denotativo, al tiempo que pelín desaprensivo, chulo y pendenciero: «FUTUROS PROFESORES DE LENGUA PODRÁN COMETER HASTA NUEVE FALTAS DE ORTOGRAFÍA EN LAS OPOSICIONES»

Tempus fugit, porque en las mías, oposiciones digo, allá en el principio de los tiempos, considerar la probabilidad, y aun por despiste, que no ignorancia, de un solo yerro (homonimia fonética de «hierro», ojo, no su alternancia gráfica), estremecía.

Subtítulo y entradilla mantenían el mismo tono y aun se recreaban perversa y gozosomente en la cosa profesoral: «Los aspirantes a ser profesores de Lengua y Literatura podrán tener hasta nueve faltas de ortografía sin que ello invalide su examen de oposiciones y, solo si pasan ese límite, obtendrán un cero en la prueba». Incapaz de entender por qué lanzaban bulos inoportunos un día cualquiera, sin esperar el de los Santos Inocentes Palestinos, víctimas del genocidio de Natanyahu -que ya veremos en qué fecha lo fijan por no molestar a Herodes-, tras leer trabajosamente el cuerpo de la noticia un par de veces sin lograr hacerme con ella, juzqué que le había abierto la puerta a Herr Alzheimer sin querer y que era mejor no resistirse. Lo dejo aquí por si hay vecinos a los que consta que el teutonazo de marras ha llamado a su puerta también para que no se resistan: ¡es Aloysius Alois Alzheimer en persona, punto pelota!

https://cordopolis.eldiario.es/cordoba-hoy/sociedad/futuros-profesores-lengua-podran-cometer-nueve-faltas-ortografia-oposiciones_1_10300472.html

Sin embargo, mi nieta Marlén, 14 años, bilingüe perfecta, dos nacionalidades y 3º de la ESO, me espetó después: –Oye, Luisa: ¿por qué si le preguntamos a ‘la de Lengua’ cómo se escribe una palabra, responde siempre «¡VAMOS A MIRARLO EN INTERNET, VINGA!» y abre el portátil? Yo pensaba que los de Lengua os sabíais la ortografía de pe a pa–. Derrotada, le pregunté con un hilo de voz: ¿qué palabra, por ejemplo, princesa? Como me regaló sobre media docena de esas de tiernos parvulitos, Herr Alzheimer salió de casa de un patadón en el trasero, y además mentalmente le deseé a la profesora esa, al colectivo incluso, así de medias como universitario, y a todos y cada uno de sus ascendientes lo que no debo escribir aquí, no sea que me suspenda el Señor la entrada en el paraíso. –¿Qué bisbiseas, abuela?–. Nada de interés, querida mía, repasaba por encima los días en que puedo acercarme a tu instituto a intercambiar criterios pedagógicos con tu seño de Lengua…

Me miró desconfiada. La pobre está convencida de que no los tengo, digo criterios pedagógicos, y además como cada día es menos alemana y más española, justo, al parecer, lo que pretendía su padre al traerla a vivir y a estudiar aquí, a saber si no andará la mona esta al cabo de la calle de que no es el dichoso Alzheimer quien me está matando…

Pero, en fin, aprovechando que un aperitivo lingüístico es el que me hace salivar sobre el resto de aperitivos, razón por la que cualquier día mis lectores más jóvenes morirán de una enchenta, someto ahora a consulta, pero esta vez en exclusiva a lectores adultos, gallegos y aficionados a estos juegos, la expresión «IRSE YENDO» (me voy a ir yendo, nos vamos yendo), tan frecuente en el castellano de Galicia y con la que me he tropezado de nuevo y por teléfono no hace ni media hora; en concreto, si tiene para ellos el mismo, complejo y difícil, sobre todo de explicar, significado que tiene para esta mujer la familiar y dichosa perífrasis aspectual verbal (a ver si va a ser una mezcla de la verbal y la modal la muy puñetera, cony). Me explico.

Mi infancia fue gallega, pero también lo fueron unos cuantos años de adulta e innumerables veranos. Y en algún momento puntual de aquella infancia, de visita los niños acompañados de mi madre en casa de los abuelos o de los tíos, mamá decía: «VAMOS A TENER QUE IR YÉNDONOS, NIÑOS», que alternaba con un más urgente: «VÁMONOS YENDO, MEUS FILLIÑOS». Desde que pronunciaba cualquiera de esas frases con las que exteriorizaba la prisa, hasta que realmente nos íbamos podía pasar una hora, hora y media o un par larguito de ellas. ¿Algún aficionado al estudio de la lengua, profesor, de preferencia de los sin faltas de ortografía, poeta o experto en casi todo capaz de analizar y poner al alcance de mis entendederas el significado de esta perífrasis? ¡Aaah, no, no me vale un «tu madre era una tranquila» porque no es cierto!  Así, en las lluviosas y dulces mañanas del invierno coruñés, era capaz de hacer una empanada de xoubas o de zamburiñas solo para dejarnos una ración, aún caliente, cuando pasaba por delante de los barrotes de madera del patio del colegio, allá sobre las once del recreo, caminito del mercado. Y más que podría contar… Es decir, definitivamente, no y no.

PISTA. Me consta que el gallego, quizá asimismo el portugués, realiza construcciones idénticas o similares: «IRSE INDO», «TER QUE IRSE INDO». ¿Podría tratarse, pues, de influencia gallego-portuguesa en el castellano que se habla en Galicia? No vayáis a preguntarle a Alberto Núñez Feijóo, porque os lo explica ipso facto y os lo firma y rubrica. Y no, yo busco sabiduría de verdad, no la de esos eximios varones que conducen el imperio un poco a lo Menéndez Pelayo. ¡Puaj!

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