García-Margallo en territorio comanche.

Siempre que Catalunya se despereza y empieza a mover el culet con un ansia infinita de querer salir de casa a ver qué hay por ahí, España cierra los puños, se encierra en sí misma, se amohína, se encabrona, se cela, le levanta de la voz y hay quien dice que hasta la llama puta desagradecida por lo bajini y que pide ayuda a los más amigos para ver si entre todos la convencen de que sea una esposa a la altura, sumisa, obediente, discreta, casolana, en fin, tan española como lo fue su propia madre y la madre de su madre. Personalmente, siempre me parecieron, no una pareja mal avenida, dos que no pueden ni pensar en vivir juntos, por origen y por clase diferentes, por muy otra carga genética, por incompatibilidad de caracteres, por grado de educación y de cultura y porque el pasado de España, que explica buena parte de su encallamiento como de su encanallamiento, no es el pasado de Catalunya. Es un pasado que pesa lo suyo, hay mil asuntitos de los que tener que avergonzarse, y con todo, en lugar de tratar de atemperar su imagen, de suavizar los rasgos que le dejó un imperio a cuestas, de hablar bajito en lugar de vociferar, va y le envía a modo de embajadores para arreglar los asuntos a una Sánchez-Camacho o a un García Albiol, es decir, a quien sea que se deje, pero quien sea que se deje nos sale por sistema voluntario monolingüe o, como solíamos decir en casa, con lengua de mono, y qué hacer un lengua de mono en tierras en las que, de siempre, hubo dos, una para hablar con la gente de casa o con la gente en la que confía uno, y otra, para tratar con quienes no parecen tener más que esa, por lo que, caso de que se la obviaran, aparte de tener que sufrirles la inmediata regresión de comportamiento con pataleo y mala leche, ello contribuiría a que el problema catalán, que no el español -¡qué injusta es la vida con algunos!-, siguiera inflándose como un globo a fuer de insistencia en el desencuentro y en la enemistad.

De siempre, no puedo dejar de representarme a Catalunya y a España como la bella acosada por la bestia, la mujer educada, culta, independiente económica y emocionalmente que ha de soportar por desacertado matrimonio ancestral impuesto a un energúmeno rústico, romo, visceral, machista y potencialmente maltratador que la insulta y que la enferma, que no solo no la entiende, sino que ni se le pasó por la cabeza intentarlo, y a quien asombra que haya quien no habla español, lengua de la que, como todo el mundo sabe, el catalán, el gallego y qué decir del vasco no son sino dialectos, jergas o argots, en una palabra, falta de escuela, peccata minuta lingüística, ganas de encabritar a uno, etc., etc., en otro caso, hablaríamos todos la única, la verdadera, la esperable, la que de verdad nombra, la tocada por el Espíritu Santo lengua. Si esto es España, y no cabe la menor duda de que lo es, habla español y déjate de mariconaes.

Si el español fuera otro, querría enterarse de que la única lengua española que tiene cinco vocales, cinco y solo cinco como ella, es el vasco, el gallego y el catalán tienen siete, como de que ninguna de estas dos lenguas perdió la «f» inicial latina, pero el castellano, que terminó por ser español, canto rodado o lengua de todos, sí la perdió. Y todo ello porque sus ancestros vascófonos eran incapaces de pronunciar un sonido que no existía en su lengua. Y así: latín facit = gallego fai = catalán fa, pero castellano [0]ace, la grafía «hache», solo marca del esfuerzo por pronunciar una efe que hubo de quedarse en simple aspiración, ansia o suspiro -aspiración hoy todo y solo andaluza, o por énfasis, presente en un puñado de palabras, como joder, del latín futuĕre- reducido después a ceniza, a polvo, a nada. ¿Usted cree? Vaya y cuéntenle a un español que su lengua se la apañaron los vascos, que el gallego y el catalán son tan lenguas españolas y tan hermanas de sangre como la suya, sangre en sentido metafórico, ya me entienden, no la que hizo derramar Castilla por querer ocupar todo el espacio a modo de hermanastra, pero los niños catalanes, gallegos y vascos lo escuchan de boca de sus profesores desde que se les empieza a hablar de lenguas españolas. ¿Cómo que lenguas españolas?, me preguntó en cierta ocasión displicente y altivo, pidiendo gresca, un colega de los que mueren por las corridas de toros, los sanfermines, la fiesta del Rocío, el Marca o la Semana Santa andaluza en cualquiera de sus varietés… ¿Y qué hacemos contigo, España? ¿Te integramos en el aula con todos, como un discapacitado más, o te ponemos profesor particular en casa? ¿O catalanizamos España? Mucha tranquilidad, no es mi propuesta, es lo que se le escapó a García Margallo, no, fue su querer ganarse la plaza un ministro de Exteriores en tierra comanche o país extranjero in pectore. «Que se os quiere mucho, que esto es muy antiguo: no rompamos». Es decir, lo que a la postre dice cualquier maltratador, cualquier psicópata, cuando su pareja amaga de nuevo con querer librarse de sus garras y de la mala vida que le está dando desde las mieles del noviazgo. Va a ser que los catalanes no se fían, José Manuel, del Xavi Albiol, y aun a pesar de esa equis en lugar de la jota de toda la vida de un Javier español. Qué curioso, ¿verdad?, que ni el gallego ni el catalán tengan jota, que sea toda ella española, y así acabo de recordarlo líneas arriba, ese joder, ¡rasca, mamá!, del latín futuĕre, es fotre en catalán y foder en gallego.

Tómatelo a broma, gallega, pero dice Catalunya que este domingo, a más tardar el lunes, se nos va de casa. España finge andar a otra cosa y solo los fervientes servidores de la vieja causa española echaron una mano, de Europa, pasando por USA, a Oriente, un poco a lo Colón, como desde dentro de casa, ya amagando, ya desmintiendo un Linde, un arzobispo, un Glez. cualquiera, un Vargas Llosa de estómago agradecido, el quid es no perder ripio en vaticinar los más infernales males que le aguardan, de irse de casa. Y a falta de querer brindarnos el gobierno un debate dialogante, un espectáculo común, José Manuel García-Margallo se fue a discutir de tapadillo con Oriol Junqueras cuatro cuestiones técnicas, y ahora, a posteriori, una vez vista y oída la charreta, hasta puede entenderse que se hiciera en web extranjera, catalana. Si se deciden a tragársela -dejo el enlace al final-, observen el paternalismo descreído y tronante de García-Margallo, pero no dejen de observar al tiempo la finura de la razón y las justas precisiones de Oriol Junqueras, jugando a no querer entenderlo. Aunque por más que recurran a la autoridad de otros casos, el diálogo vino a ser poco más que esto:

Catalunya: -Nada de lo que usted dice tiene por qué pasar…

España: -Pero vamos a ver, Oriol, hijo mío, ¿acaso no contáis con que, a poco que os apartéis de España, os vamos a brear? No me hagas hablar, porque tenemos puñados de patriotas en el partido que no se conforman con los sobres o con lo que cae de los sobres, quieren desayunar catalán con pa amb tomaca.

Catalunya: (con la voz quebrada por el asombro y el espanto, más la seguridad de que, le guste o no, le está hablando un provecto pariente próximo). Pero no podéis hacer eso porque además, aunque no os guste, España es una democracia… (y a España le entra un ataque de risa).

Aunque esta vez tengo los peores augurios respecto a que Catalunya quiera quedarse entre nosotros cediendo de nuevo, quiero decirles a catalanes y no catalanes algo que parece de cajón: ¡hay que echar a Rajoy, miren, aunque no fuera más que porque encabrona al personal de allende y de aquende fronteras! Y hay que irse con mucho cuidado también con el acromegálico Pedrito, se lo come todo, de otra manera, es Glez. directamente, sin haber pasado por el seductor Felipe Mañara Bradomín, como hay que decirle a la cara a Pablo Iglesias que, en Catalunya, lo siento, aún suena en exceso bronco. En cuanto a Mas… doncs d’això ja en parlarem un altre dia. Pero recuerden que casos hubo, y aun por docenas, de alguaciles alguacilados.

2 comentarios en “García-Margallo en territorio comanche.

  1. Había escrito un comentario de quince o veinte renglones sobre su post, señora Seoane, y se me ha borrado. En resumen venía a decir que ya lo había leído, y si en su día me gustó hoy me ha gustado más; y a más a más, (como dicen los catalanes) esta vez he visto el debate entre Margallo y Junqueras y, sí, la lectura que usted hace del mismo es la verdad hablando en plata. La fuerza argumental de Margallo han sido (o fueron) sus amenazas; en cambio Junqueras ha estado elegante, fino e inteligente; ¿será por eso que sigue en la cárcel?

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    1. Que en este momento «tan trágico para la bandera patria» -¿ha visto que grandilocuentes se nos han vuelto muchos y total para no decir nada, o quizá precisamente por ello?- alguien le lea a una por segunda vez lo que dejó escrito hace más de tres años, y encima sobre Catalunya, debería ser la envidia de cualquier escribidor con dos dedos de frente. O es usted un furibundo independentista o quiso saber si, ahora que el asunto ha subido de tono, me pillaba en algún renuncio. ¿A que no? No se asombre, que si alguien conoce tan bien como usted mismo de qué está hecho el español en general esa soy yo. ¿Soberbia? Qué va, hombre, por Dios; una vida estudiándolos, como otros estudian las mariposas nocturnas. Y así, a grandes rasgos, no me diga que no, ¡qué gente tan rara!, ¿verdad? Y sí, también sí, la gente fina, elegante e inteligente, de una manera u otra, suele estar encarcelada, caso de que la condena no haya sido su muerte civil sin más.

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