No te duermas, princesa

 

Anduve toda esta última temporada casi sin tiempo para abrir la prensa. Mejor para ti, me decían muchos de mis amigos, quienes, sin embargo, no saben que abrir, lo que se dice abrir, la abro siempre, limitándome últimamente, eso sí, a ojear titulares y estampitas sin entrar en materia, con la excepción del artículo de opinión de Forges, que publica en forma de viñeta. Y de paso, de Forges, por sentirme doblemente abrigada y abrazada.

Pero contra quienes celebran mi desapego, o más exactamente mi falta de tiempo para leer periódicos por cuanto gano manteniéndome así, en Babia de, al parecer, acontecimientos que podrían hacer peligrar mi salud, la mental como la física, ignoran que esta manera de leerla y de no leerla al tiempo es un tormento pavoroso y peor aun que leer en condiciones, es decir, engullendo la noticia ya desmenuzadita, aliñada y presta para comer, o los artículos del muy reconocido Fulano o del muy actual y celebrado Mengano. Porque de esta manera en la que ando leyendo y no, los titulares y las ilustraciones me apuntan directos, hacen diana en mi corazón y en mi cerebro, y aviesos, me van matando.

Pero no me matan tanto, tanto, que no pueda decir -y no creo estar tan opinionada como para errar- que me consta que andamos substancialmente yendo, buscando, exigiendo, gritando que, de postre, queremos tarta, mamá, olvidando, románticos incorregibles, que en casa tal vez no queda pan, al menos no el pan que solía haber, aunque, eso sí, quedan los palos. Y exigimos ese postre desde la más profunda creencia y fe depositadas en que la República podría rescatarnos de toda esta miseria, incluida la de la baja calidad del pan y la abundancia de los palos. «Sobre todo buscad la justicia de la III República y lo demás se os dará por añadidura». ¿Y quién habrá dicho eso? No lo recuerdo, lástima.

Con todo, a la gente de este país, a la monárquica como a la republicana, le disgusta hablar de política, de lo que la mayoría entendemos por política y por hablar de política, ceñido todo nuestro saber y entender en relación a la cuestión a no mucho más que lanzar imprecaciones feísimas contra políticos concretos, hacer apuestas sobre cuáles de ellos podrán ser más ladrones, más corruptos, los tuyos o los míos, marujear noticias de casos concretos de caciques, empresarios y señoritos rocieros dicharacheros y mediáticos, relacionados o no con aquellos políticos ladrones y corruptos y cuyos intereses, los de todos ellos, a veces saltan a los medios, y sin embargo, el convencimiento de los más de nosotros es de que, con todo o a pesar de todo, no dejan de ser en su conjunto gente preparada y eficaz que puede, y debe, ocuparse de nuestros asuntos y ya metidos en harina de Morcillo, de los suyos, con la ancestral adenda tan española y asombrosa: ¡A ver quién, en su lugar, no robaría, cony!  Es decir, se trata de cuestiones complejas y muy desagradables sobre las que, en términos generales, conviene no hablar durante la comida, a no ser con íntimos muy íntimos o al cobijo del núcleo familiar, porque además tampoco hay tanto de que hablar, fuera de anécdotas, chascarrillos, lo que sostuvo mengano o fulano en un debate de la caverna -incluida la caverna de RTVE-, leímos en el periódico, nos confió un compañero de curro, un vecino, el del bar de la esquina, el cartero o la cuñada del yerno de una amiga en la peluquería.

Es decir, en España, por fortuna para los reales personajes de esta vieja ópera bufa, entendemos por política y por hablar de política el echarse un rato de charreta, si cuadra, sobre los figuras, sean estos políticos, banqueros, empresarios, deportistas de elite, comediantes de postín, millonarios de dudosa reputación, más la inacabable parentela de todos ellos, es decir, los que le metieron mano al erario, a nuestra cartera, evadiendo impuestos de cortar la respiración e incluso, si bien entrados en materia y si estamos de humor para más, sobre los miembros y las miembras de la Monarquía, bien stricto sensu, bien sensu lato, es decir, los que emparentaron con ella, y de aquellos como de estos, que si imputados, al borde de la imputación, semiimputados, desimputados, prescritos sus posibles delitos, pendientes de absolución judicial, absueltos -ego te absolvo a peccatis tuis-, pendientes de indulto, ya indultados, amnistiados… ¡Ufff, como si faltara tema!

¿Entienden ahora por qué no debe hablarse, muy en especial en la comida, de política, ese fruto redondo y más que podrido pero aún en sazón que abonó y regó con mimo para todos nosotros un dictador, el mismo que aplicó un Programa de Diversificación Curricular para la Generalidad de la Ciudadanía? Y no veo la paradoja, si consideramos las materias y los programas que cursaban los ciudadanos de la gran mayoría de los países vecinos, ellos normales, nosotros en período de normalización, pero en relación a otros referentes, contenidos y objetivos, y esto, por incapaces congénitos, tullidos intelectivos, eternos dependientes, menores a los que tutelar y vigilar con cautela. Y en esas andamos…

http://www.eldiario.es/sociedad/policias-manifestantes-convocatoria-Rodea-Congreso_0_269823833.html

De forma que, todavía en este año del Señor de más de una década de euros contantes y sonantes, un porcentaje desolador de ciudadanos españoles constituido, no solo por ancianos sino por gente madura y por los hijos de estos -gracias a esa tan imprescindible y eficaz intervención y peso del hogar de cada uno y en perfecta y armoniosa colaboración con la educación que recibimos de los colegios de la Santa Madre Iglesia Católica- seguimos en las mismas.

Es decir, nosotros, los de entonces, somos aún los mismos, que no decía el chileno Pablo Neruda en el Poema XX de sus Veinte poemas de amor y una canción desesperada. Y da toda la sensación de que queda un buen montón de eslabones para que la cadena siga creciendo y creciendo, a no ser que se produzca un milagro, porque la nuestra es tierra de milagros: el de la regeneración espontánea de la parte del tejido cerebral que quedó más dañada, y no por falta de asistimiento, muy al contrario, por un exceso continuado y obstinado de mimo en el acorrimiento y la intervención piadosa de unos cuarenta años de franquismo -que retomaban a su vez tiempos idos de más de lo mismo- y otros casi cuarenta de Transición en los que vamos aún, pero ya en su fase terminal, el de esta Monarquía Democrática Parlamentaria Franquista con capital en la villa de Madrid. ¿Monarquía? ¿Monarca? ¿Juan Carlos I? ¿O Felipe VI? (Las interrogaciones, por la duda. «Cuanto más pienso, más dudo». Francisco Sánchez «el Escéptico», 1551- 1623).

Y mientras o al tiempo y ahora mismo, el no entiendo de política, no hables de política a la hora de comer ni con la boca llena, sé educado, no vayamos a estropear nuestra amistad por que te da por hablar de política, quedamos a cenar pero que a nadie se le ocurra hablar de política, etcétera, y en este etcétera, el inacabable rosario. Y por eso, añadirá el más agudo lector, esa especie de urgente e instintivo sentir de que debemos escapar como sea del limbo infernal que se está traduciendo gloriosamente en salir la calle a gritarle al viento que queremos República sobre todas las cosas y a toda costa. Y más palos. Y mientras nos entretenemos en ello, el Señor del Gran Poder y María Santísima del Mayor Dolor y Traspaso si atienden a la fonética, nada que ver con Sevilla- no ceja un instante en seguir tejiendo urdimbre y urdimbre, silente, obstinado, satisfecho, aliviado por esa aguja de marear que es la fiesta de esa exigencia de postre republicano que nos tiene tan entretenida a la chiquillería.

Y en esas hondas reflexiones andaba yo, entre alegre por la exigencia y rabiosa por cómo se aprovechaba en el ínterin el amo de todas, todas las tartas del cuento de todos los cuentos, cuando decidí clarificar de una vez por todas -por ejemplo, entrando en la wiki- qué podría ser en realidad República y qué Monarquía, y al tiempo, por retomar viejos hábitos -otros toman té a las cinco o wisky a las ocho- que me mantienen en un estado de relativa cordura, pasarme por el blog de Alberto Caffaratto, hábito incluso de tomar prestado por el sistema de corta y pega que archiconocen los lectores, porque tanto de su Blog y Magog, como de La fiera literaria, de los autores de ciertos artículos tomados la Cartelera Turia e incluso de ciertos políticos tengo dejado reiteradas pruebas de amor, trayéndomelos aquí.

En el caso concreto al que me estoy refiriendo, con muy poquita esperanza, porque, si bien me constaba que había escrito un par de entradas días atrás sobre la cuestión, también es cierto que llevaba sin hacerlo -sin hacerlo en el blog- unos dos o tres meses. Pero, por la luz de la razón de los dos últimas entradas, me obligué al paseo virtual, venciendo la pereza de otros hechos de balde en la última temporada. Y no van a creérselo… ¡pero me tropecé con un tercer texto sobre Monarquía y República! Años de saber que, por mucho que en los comentarios de su Blog y Magog le roguemos, anónimos o con ambos apellidos, que escriba con mayor regularidad, Alberto Caffaratto suele hacer lo que le da la real… no, lo que le da gana a secas. Lo seguro es que no se trata de los de la columnita diaria que vemos en prensa, es un escritor sin más zarandajas, esos tipos tan extraños como veleidosos.

Con todo, siempre termina por entregarse uno o venirse abajo cuando se les lee, que es lo que me ocurrió de nuevo en esta ocasión: lo que llevaba escrito sobre el tema, y sin sumar un texto que guardaba con celo en mi memoria, Conversaciones en la Castellana, escrito sobre un año atrás, más estas tres últimas entradas, venía a salirnos por un ensayo riguroso y al tiempo al alcance de cualquier lector interesado por la res publica. ¿Cómo -considero ya en plan termino esta entrada como Dios me dé a entender- anunciar, hacerle publicidad a modo de agradecimiento por ese pedazo de ensayo que debiéramos leer antes o después de salir a la calle a seguir insistiendo, a ratitos entre mani y mani, aunque no vaya a ser la panacea la República y vayamos a seguir no hablando de política durante tres generaciones más? ¿Cómo, en fin, titular este texto? ¿Quizá con un…? ¡Ni hablar, es un título extremadamente politizado! Y… ¿No te duermas, princesa, vuelven a coronar a un varón?  Hmmm… Me gusta. Es una llamada de atención a los varones con un saco de testosterona encima, de esos que, en cuanto se descuida cualquiera de esas muchachas en flor que no entienden de política y en cuyo proyecto de vida no entra la lectura, ni aun queriéndose de profesión maestras, la llaman princesa, cielo incluso, cariño, y al tiempo, la vieja reivindicación femenina, y no solo, también la de los varones con un nivel de testosterona normal por la derogación de la Ley Sálica que promulgó Felipe V para, más que impedir que reinaran las mujeres porque sí, un poco a lo Caffaratto, por imposibilitar que los Habsburgo, la casa de Austria, recuperaran el trono de España por la línea femenina.

Y lo que les cuento de Felipe V debe de ser lo que empujó a Rus, un enanito que tenemos aquí, en el País Valenciano y que me parece que es alcalde de Xàtiva – sí, caramba, ¿o no recuerdan que prometió a los setabenses llevar la playa a su ciudad y cuando salió elegido le dio una ataque de risa por lo creídos que eran los pobres y vino como a llamarlos tontos?-, además de presidente de la Diputación de València, a colgar boca abajo el retrato de este rey en el Museu l’Almodí de Xátiva. ¿Y era así como lo cuento? Pues creo que sí, al menos me suena algo que dijo hace unos días. Pero, ¿no era…? ¡Ay, ya me acuerdo, por Dios! ¡Qué pedazo de anacronismo el mío! No, no fue Rus quien dio esa orden, dio una muy parecida. Dijo: «¡Ni Felipe V, ni Felipe VI; el cuadro es un símbolo y no se gira por nada». Ustedes mismos, y por si no me creen, aquí mismo, lo dejo, infra, como decía un exalumno a quien no se le apeó la expresión de la boca en cuanto averiguó qué era infra y qué supra y al que, como me lee siempre, de cuando en cuando, le hago este guiño malvado. Es decir, infra, la url para poder leer lo que dijo el enano, probablemente simpatizante del otro, el ferrolano, ¿recuerdan?

http://www.levante-emv.com/comunitat-valenciana/2014/06/04/rus-felipe-v-felipe-vi/1120752.html

Pero, ¿y qué hago yo ahora con todo eso? ¿Cómo traslado un libro entero al blog? Pues trasladándolo, princesa. ¿Para qué querías un pedacito de espacio virtual? Pues para poder hacer lo que te diera la real… Mare de Déu! Quina tortura de paraula que em surt de la boca a la primera i en qualsevol context! Diera la gana. ¿Ahora mismo? Ah, eso sí que no, me siento algo griposa, ni un segundo más frente a esta pantalla. Mañana.

 

2 comentarios en “No te duermas, princesa

  1. Si no quieres hablar de política no puedes hablar de nada. Bueno, puedes hablar del tiempo. Política es hasta cuando vas a comprar el pan.

    ¿República? Vale ¿Cuál? ¿La de Corea del Norte? Difícil ¿no?

    Y como tú muy bien dices «a no ser que se produzca un milagro, porque la nuestra, qué duda cabe, es tierra de milagros: el de la regeneración espontánea de la parte del tejido cerebral que quedó más dañada».

    Es difícil recuperar las zonas del cerebro dañadas, no imposible, pero difícil. Tengamos fe.

    Te felicito por tu magnífica, caótica y torrencial entrada…

    En espera de tu próximo tramito 🙂
    Un beso,
    Livia.

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    1. Querida, ¿cómo pude haber dejado sin responder un comentario tuyo, dime? ¿Y por qué te decantas por la República de Corea del Norte, a ver, si, sin ir más lejos, aquí mismo teníamos una preciosa antes de que atacaran los ejércitos de los bárbaros con sus obispos y sacristanes? ¿O es que esto no te lo explicaron en el cole, políglota endemoniada? Va a ser que no… ¿Ves qué malo es no estudiar en la Pública? 😉

      En cuanto a los piropos, paso, compartir algún apellido tiene esas cosas endemoniadas, qué vamos a hacerle. De todas maneras, que Dios te lo pague (es una expresión, cony, como otra cualquiera, no vayas a creer que me afilié a la FAES para que me den un carguito, quita, quita… ¡Panda de descerebrados corruptos comecirios! A ver si ahora enseguida nos los sacamos de encima… ¡Podemos!)

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